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Del terror del sismo a la tragedia humana

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Pedernales, Ecuador.- El terremoto de 7.8 grados del pasado 16 de abril, abrió la tierra, enfureció el mar y hoy, una semana después, en este pequeño y devastado municipio, quedó una tragedia humana: 25 mil personas sin casa, sin trabajo, con hambre, sed, miedo y desesperanza.
  • * El municipio de Pedernales, Ecuador, permanece con 25 mil personas sin casa, sin trabajo, con hambre, sed, miedo y desesperanza.

 

    Pedernales, Ecuador.- El sismo de 7.8 grados Richter del 16 de abril abrió la tierra, enfureció el mar y hoy, una semana después, el municipio de Pedernales permanece con 25 mil personas sin casa, sin trabajo, con hambre, sed, miedo y desesperanza.

De los 646 fallecidos en toda la costa del Pacífico ecuatoriano, 12 mil 492 heridos, 130 desaparecidos y 26 mil 91 damnificados, al menos 172 murieron en este pequeño y devastado municipio.

En Pedernales, la fase de búsqueda y rescate terminó y las autoridades locales dieron inicio a la remoción de escombros, demolición y la más difícil de todas: la reconstrucción física del municipio y de su tejido social que está destruido en un 90 por ciento.

En un recorrido de Notimex de la ciudad de Manta hasta Pedernales, por la carretera que comunica las poblaciones del litoral Pacífico ecuatoriano bordeando el mar, familias enteras, madres con niños en brazos, ancianos y jóvenes piden una botella de agua al lado de la vía.

Niños bajo carpas improvisadas con pedazos de plásticos y telas viejas que se salvaron del terremoto, lloran y piden agua, pero no hay.

Los pocos vehículos que cruzaron por la vía costanera, que se reabrió en la mañana del viernes 22 de abril, entregaban botellas sin que alcanzaran para todos.

Los afectados también estaban con hambre, y sacaban pequeños cartones con el letrero: «Tenemos hambre, tenemos hambre».

Este drama de la gente pidiendo agua y alimentos en la carretera iba creciendo cada vez más que se avanzaba rumbo a Pedernales, la zona más crítica del sismo: sed y hambre, dos palabras que simbolizan la magnitud de la destrucción que dejó el terremoto.

Antes de ingresar a la zona urbana de Pedernales, ubicado al norte de la provincia de Manabí y con una extensión de mil 460 kilómetros cuadrados, se encuentra al lado de la carretera la familia Macías, en una carpa improvisada.

«Aquí estoy con toda mi familia. Somos 10, con mis hijas y nietos. Parte de mi casa se cayó, y tuvimos que sacar lo poco que rescatamos y aquí estamos, no podemos regresar, la tierra sigue temblando», relató Galo Macías.

Después de un cartel en la carretera en el que se lee: «Bienvenidos a Pedernales», al lado izquierdo de la carretera están decenas de familia de La Chorrera, un caserío de pescadores, que pertenece al cantón de Pedernales.

En La Chorrera vivían más de tres mil personas, la gran mayoría dedicada a la pesca, uno de los sectores importantes de la economía de Pedernales, que en los últimos años se convirtió en exportador de camarones.

Los habitantes de La Chorrera, después de la destrucción del pueblo, decidieron instalar al lado de la carretera sus plásticos y telas viejas como carpas, y montaron una cocina comunitaria con el liderazgo de la abuela, Gloria Moreira.

«En La Chorrera todas las casas se fueron al suelo. Nosotros perdimos todo (…) las casas se hundieron y nos quedamos así como usted nos ve», relató Moreira, quien pelaba los pocos plátanos y naranjas que le regalaron.

«No tenemos nada. Las familias nos unimos para tener un bocado de comida. Cada familia pone una ración. Nos quedamos sin casa, sin cocina, sin platos, sin nada. Decidimos hacer una cocina colectiva», agregó.

«Aquí todos nos dedicamos a la pesca artesanal. No sabemos cómo vamos a trabajar, como conseguir un terreno para ubicar a nuestras familias. Todos estamos aquí mirándonos el uno al otro y pensando que vienen nuevos temblores», indicó Moreira

Afirmó que «ahora solo pensamos y conversamos que tan fuerte será el próximo temblor. La tierra sigue en movimiento, el mar está furioso. No podemos hacer nada y no tenemos nada».

Mientras, en la zona urbana de Pedernales llueve sin parar, después de varias semanas, que en la zona no caía una gota de agua.

Pedernales está devastada y desolada, así lo muestran sus calles, el parque, la iglesia, las oficinas de gobierno, los comercios, las escuelas, los hoteles, los restaurantes, las casas, todo está abandonado y destruido por el sismo.

Las imágenes de este escenario están en las fotografías o videos de su propia gente, de los funcionarios estatales y de los reporteros que recorren las calles agrietadas de uno de los cantones ubicado en una zona paradisiaca, atravesado por la Línea Ecuatorial.

Un cantón de playas preciosas, de aguas cristalinas, con bosques madereros, fauna, ríos, con su cerro la Pata de Pájaro a 860 metros de altura sobre el nivel del mar, el único que resistió el movimiento del mar y de la tierra, que destrozó a Pedernales.

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