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Oscar GLENN

* ¿Podemos o no contra la corrupción?

Estamos tan hechos a la desconfianza en México y nos hemos habituado a las traiciones y decepciones en los asuntos públicos donde tarde o temprano emerge la revelación de la trampa o el “chanchuyo”, que parece no hemos encontrado mecanismos, leyes o instituciones suficientes para restaurar la confianza, ni siquiera en lo que alguna vez hemos exigido como remedio.

Los dobles discursos, más el ingenio del mexicano parecen encerrar siempre la posibilidad de que algo no sea auténtico y eficaz para frenar los apetitos de una mala acción que dé a alguien una ventaja indebida y esto se nos ha convertido en un cuento de nunca acabar por más dinero, conocimiento o tecnología que le invirtamos.

El recién creado Sistema Nacional Anticorrupción que deberá ser complementado con los sistemas estatales homólogos, nació no sin poco esfuerzo y discusión, pero también marcado por la genética de la insuficiencia, pues no logró la unanimidad para satisfacer a todos los que se interesaban en el tema, presumiendo que los opositores políticos en algún momento encontrarían un resquicio para escabullirse o las inspecciones no serían tan exhaustivas para sus mañas.

El nombramiento del Fiscal Anticorrupción, la integración del comité ciudadano y la complementaria pero incompleta Ley 3 de 3, fueron parte de los temas donde incubó la suspicacia que finalmente nos tiene parados en el mismo sitio: no se acabará la corrupción, quizá porque dependerá del desempeño de personas siempre vulnerables a las tentaciones, expuestas a sus pasiones y limitaciones.

La más reciente encuesta telefónica nacional realizada por la empresa Parámetro Investigación y la Revista Especializada Cabildo, expone que la corrupción se colocó como la cuarta problemática más importante para el 11 por ciento de los mexicanos, evidenciando también como caso emblemático que ni las disculpas públicas del Presidente por el episodio de “La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto” del cual se enteraron 7 de cada 10 mexicanos alcanzan para sanar las heridas y devolver credibilidad; pues 9 de cada 10 personas de las enteradas siguen creyendo que en esa historia hubo corrupción e impunidad de los involucrados.

Con ese antecedente, la promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción con todo y la renuncia de Virgilio Andrade a la Secretaría de la Función Pública para dar paso a una designación de su sucesor consensuada con el Senado, no ha resultado tan esperanzadora como se pensaba. Los datos del estudio de Parámetro antes referido, indican que “3 de cada 5 mexicanos (62.5%) se enteraron de la promulgación del SNA, sin embargo, el 4 de cada 5 mexicanos (79.2%) desconfían del planteamiento de que un nuevo Sistema Nacional Anticorrupción disminuirá los actos de corrupción entre la clase política”.

No podemos resignarnos. El paso que falta para acabar con futuros actos de corrupción según los opinantes con quienes definitivamente puedo coincidir, es que se sancionen con severidad a los implicados en los casos conocidos; pero el problema radica en que el discurso oficial sostenga que no hubo anomalías, sino malas interpretaciones y deficiente información al respecto, tal parece que hablaran idiomas diferentes los ciudadanos de los funcionarios. Así es muy difícil, deberán aterrizar.

Y para ello también puede servir algo de lo que yo llamo el escepticismo activo, donde un buen ejemplo reciente puede ser lo hecho por la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción a través de su presidente nacional Gustavo Arballo, quien manifestó que el gremio de los constructores se sentía desplazado por las empresas extranjeras que acaparaban los grandes contratos gubernamentales y además de sugerir que algo no funciona con toda la transparencia deseable, pusieron en marcha un observatorio de la construcción para vigilar de cerca el manejo de las licitaciones.

Esa puede ser la otra clave, participar más, que la sociedad civil que ya ha dado grandes muestras, siga asumiendo roles críticos aún más activos y mejor estructurados, agudizar la mirada y además verificar que los ciudadanos que se integren al sistema nacional anticorrupción resistan a toda costa y honren la misión que se les asigne. No podemos darnos por vencidos por la tradición, después de todo lo que a nuestro país ha costado. Hay camino por hacer contra la impunidad.

Gracias por leer.
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