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Entre Comillas · Alberto Abrego

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FOTO: Especial | 8 Columnas

FIN DE LA PANDEMIA, ¿QUÉ APRENDIMOS?

“Con gran esperanza declaro que el Covid 19 ha terminado como una emergencia sanitaria mundial. Este es un momento para celebrar…”

Tedros Adhanom Ghebreyesus, 5/05/2023, Director General de la Organización Mundial de la Salud.

Tres años y 20 millones de muertos después, la Organización Mundial de la Salud, en voz de su presidente decide decretar este cinco de mayo  el fin de la emergencia sanitaria por Covid 19.

En marzo de 2020 se declaró una pandemia que paralizó y transformó al mundo entero, puso a prueba los sistemas de salud de todos los países, la capacidad de las autoridades para responder y evidenció corrupción y negligencia.

El virus nos exigió adaptarnos a una nueva normalidad. Afectó a más de 760 millones de personas y provocó alrededor de 20 millones de defunciones en el mundo.

Tan sólo en nuestro país, la cifra oficial de exceso de defunciones acumulado en el periodo de 2020 a la fecha es de casi 700 000, mientras la cifra oficial reporta 334 072 fallecimientos por la enfermedad, números mucho mayores a los 60 mil que estimó el subsecretario López Gatell “en el peor de los escenarios”.

El Covid – 19 sacudió la humanidad y provocó graves repercusiones no solo en el tema de la salud, sino en los ámbitos económico, político y social; tuvo impactos personales en bienestar y salud mental y consecuencias graves en educación, por el cierre de escuelas y el impacto emocional por el confinamiento.

Tuvimos que aprender cosas básicas que no sabíamos que ignorábamos, en el sector salud, en tecnología, en nuevas formas de organizarnos, en cómo protegernos, en la aplicación de hábitos de higiene personal, en el uso permanente del cubrebocas y del gel antibacterial, en la forma de saludarnos y en nuevas formas de convivencia. Tuvimos que inventar una nueva normalidad y acostumbrarnos a que la cifra de defunciones creciera a cada instante.

En medio del caos y la desesperación, las vacunas trajeron esperanza, y en muchos casos, más corrupción.

La maldita corrupción, perversa, criminal e inmoral. Aparecieron los comerciantes sin escrúpulos que vendían productos deficientes, como respiradores defectuosos, pruebas mal fabricadas o medicamentos falsificados; charlatanes con remedios milagrosos; irresponsables que minimizaron una evidente catástrofe sanitaria; y se evidenció la ineptitud y deshumanización de algunos gobernantes que se dedicaron a hacer política en lugar de procurar la salud de su pueblo.

La pandemia comprobó también que en medio de la desgracia, surge la mejor versión del ser humano (lamentablemente no de todos). Mención aparte merece el gremio médico que estuvo en la primera línea del combate contra el virus; y muchos profesionales de la salud lo pagaron con su vida en todo el mundo.

¿Qué sigue?, aprender la lección.

Aprender las lecciones de lo ocurrido y sobre todo no olvidar la estela de efectos que la pandemia deja. El virus no ha desaparecido, ha llegado para quedarse. Sigue matando y sigue mutando, y según los expertos el riesgo de que surjan nuevas variantes y nuevos virus es alto. Lo peor que puede hacer cualquier país es bajar la guardia, porque es claro que decretar el fin de la pandemia tiene más una connotación política que sanitaria.

La pandemia nos recordó que somos parte de la naturaleza y que no podemos escapar de ella. Nos ha dejado secuelas permanentes, físicas y emocionales a quienes lo hemos padecido y a quienes tuvimos pérdidas cercanas muy dolorosas.

De las secuelas en la salud, al parecer nuestra naturaleza humana se ha encargado de minimizarlas o de tratar de olvidarlas, pero las secuelas sociales no tienen cura ni vacuna conocida: la corrupción, la irresponsabilidad, la ventaja en medio de una tragedia, la necedad y la imbecilidad humana.

Así las cosas.

RÁPIDAS MEXIQUENSES. En Tlalnepantla, las vialidades siguen siendo un caos, los elementos de tránsito parecen más preocupados por detener y extorsionar automovilistas que en agilizar un poco la circulación de las principales avenidas.  Las 140 radio patrullas y las 35 motopatrullas, además de armamento nuevo que se adquirió hace un año y que se anunció como una de las principales medidas para reforzar la seguridad de la demarcación no han dado resultados.

Las denuncias por inseguridad han aumentado, los delitos como la extorsión, el homicidio, el robo y el secuestro van a la alza. Algo tendrán que hacer las autoridades. Algo más que comprar patrullas y permitir que los elementos de seguridad y de tránsito hagan de las suyas.

Pareciera que en Tlalne el “Año de Hidalgo” ha empezado antes. Esto es lo que provoca el hartazgo en la sociedad. Ahí está la razón de los resultados de las encuestas.

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