miércoles, febrero 5, 2025
InicioOpiniónMinotauro en el Diván · Daniel Sánchez Castro

Minotauro en el Diván · Daniel Sánchez Castro

El cáncer habla: una visita anunciada

Permítanme presentarme: soy el Cáncer. No necesito más apellidos ni credenciales; mi fama me precede. No soy un recién llegado, llevo siglos caminando entre ustedes, colándome en sus cuerpos, en sus células, en sus historias. Llego con sigilo, a veces sin que me noten, otras veces con síntomas disfrazados de algo menor. Pero no miento: siempre aviso.

No me culpen si ignoran los susurros con los que me anuncio. Una fatiga que no se va, una tos que insiste, un lunar que cambia, un bulto donde antes no había nada. Son señales, pequeños mensajes que envío antes de instalarme del todo. Pero la negación humana es un mecanismo poderoso: “seguro no es nada”, “mañana voy al médico”, “con esto no me pasa nada malo”. Ah, la confianza ciega en la inmortalidad.

Lo curioso es que no solo habito en el cuerpo. Anido también en la mente, en el miedo que despierto, en la angustia de la incertidumbre. Y es aquí donde la salud emocional juega su partida. Veo cómo, tras mi llegada, las emociones se desbordan: culpa, enojo, tristeza, desesperación. Veo a algunos enfrentarse con valentía, acompañados, sostenidos por una red que no los deja caer. Otros, en cambio, me enfrentan en soledad, atrapados en el silencio de su miedo.

Lo que más me sorprende es cómo me han convertido en un tabú. No pueden siquiera pronunciar mi nombre sin que se instale un silencio incómodo. “Tiene eso”, dicen, como si mencionarme fuera invocarme. No soy un demonio ni una maldición, soy una enfermedad, una posibilidad. Y cuando me nombran, cuando me enfrentan, cuando buscan ayuda antes de que sea demasiado tarde, es cuando pierdo parte de mi poder.

Hoy (4 de febrero) es el Día Internacional contra el Cáncer, y sé que es una fecha en la que se habla de prevención, de tratamientos, de avances médicos. Pero también debería hablarse del impacto emocional, del miedo que paraliza y de la fortaleza que se encuentra en el acompañamiento. Porque, aunque no siempre me puedan evitar, sí pueden elegir cómo enfrentarse a mí.

No soy invencible. La ciencia me combate, la prevención me esquiva, la resiliencia me desafía. Pero sobre todo, el cuidado emocional les da armas que yo no puedo corroer. Escuchen los avisos, hablen de mí sin miedo y, sobre todo, no se enfrenten solos.

Atentamente,
El Cáncer.

PODRÍA INTERESARLE ...

MÁS LEÍDO