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Trípode

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Eduardo H. Limón Cervantes

 

El día de ayer el presidente Enrique Peña Nieto habló ante la Asamblea General de la ONU lanzándose contra el populismo, señalando que la división no es la solución, debemos recuperar el valor de la confianza, porque las instituciones han perdido la credibilidad, y señaló que la sociedad debe estar alerta frente a quienes se aprovechan de sus miedos y preocupaciones. El presidente no lo dijo, pero como esta columna es mía lo diré yo: Tengan cuidado con Andrés Manuel López Obrador y los mentirosos del Partido del Trabajo, que ya no saben que inventar para denostar a la actual administración federal.

    El Ejecutivo federal también alertó que ante las crecientes desigualdades, una crisis económica que no cede y la frustración social que ésta provoca, el mundo está expuesto a la amenaza de los nuevos populismos «de izquierda y de derecha, pero riesgosos por igual».

    Recordó que el Siglo XX ya vivió y padeció las consecuencias de individuos que carentes de entendimiento, responsabilidad y sentido ético, optaron por dividir a sus poblaciones. Recordemos a Hugo Chávez en Venezuela y al loco de su sucesor, Nicolás Maduro.

    Las circunstancias del país son difíciles y nadie lo niega. El gobierno anda con la «coctelera» encendida y la sirena a todo volumen. El frio que recorre la columna vertebral de la alta jerarquía roja los tiene disparando a todos lados y no es para menos.

    La tragedia de Maduro y su gobierno es que estas cifras se consolidan cada vez más y, para colmo de sus aspiraciones de perpetuarse en el poder, deben concurrir a un proceso electoral el 6 de diciembre, teniendo como antecedente que el 87.2% de los venezolanos siente que el país va por la dirección equivocada.

    El gobierno, próximo a recibir una derrota electoral colosal, lejos de buscar enfrentar el problema, de modificar el rumbo económico causante de esta devastadora crisis, huye con el rabo entre las piernas y pretende colocar las causas de su tragedia en terceros: en la guerra económica, que nadie creyó; en las empresas privadas, siempre vigiladas y amenazadas por el régimen; y ahora como muestra del desvarío, recurren al enemigo externo para justificar tan enorme fracaso.

    El grave problema que atraviesa el país está conectado con un ejercicio populista de la gestión pública que se inició con el padre de la destrucción del país, en el momento en que las instituciones sociales y políticas existentes a finales del siglo pasado dejaron de cumplir su rol como garantes de un orden social estable. ¿Alguien quiere un loco así gobernando México? ¿Alguien quiere a Andrés Manuel en Palacio Nacional? El Partido del Trabajo ya perdió su registro, porque la cordura y la brújula hace tiempo que ya las había perdido.

    Y como decía mi compadre Chón: Recuerde compadre que no hay esperanzas para una civilización, cuando las masas están a favor del populismo».

E-mail: limon@8columnas.com.mx
Twitter: @edulimon76

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