jueves, octubre 24, 2024

EDITORIAL

En la calentura electoral rumbo al 2017 los actores secundarios del PAN y PRD en el Estado de México están atizando la falsa intención de concretar una alianza para competir juntos en los comicios de gobernador; sí, totalmente falsa y cuya única intención es aquella de “busquemos el amasiato rogándole a Dios no concretarla”.

 

Resulta que en los días posteriores al 5 de junio, donde juntos o separados lograron siete gubernaturas en el país, panistas y perredistas han acelerado el proceso de inducción hacia una coalición mexiquenses bajo el precepto inicial de ganarle al PRI en su territorio hegemónico, es decir, acabar con su bastión nacional.

 

Nada más disfrazado y mal intencionado que eso, pues quienes hoy alientan esa alianza contra el PRI han sido históricamente los principales aliados del sistema. Se trata de los actuales líderes estatales o de las principales corrientes internas del PAN y PRD en territorio mexiquense quienes – azuzados por propios o extraños- han tomado el estandarte de promotores de la alternancia.

 

Tan infames como hipócritas actores como Javier Salinas, del ala Nueva Izquierda del PRD como Ulises Ramírez del PAN, hoy se presumen como los principales aliados y promotores de esa alianza que -de lograrse- saben que la van a negociar a un alto costo para su partidos y una importante ganancia para sus bolsillos.

 

En sus respectivos institutos políticos nadie les cree ni quiere que Salinas o Ramírez sean los impulsores o cabezas de una posible alianza PAN-PRD para el Estado de México, pues desde ahora se anticipa un fracaso rotundo a este eventual amarre electoral. Para pronto, los dirigentes locales de Acción Nacional y del Sol Azteca están más atados al sistema que los propios priístas y el que hoy exalten sus intenciones de aliarse no son más que una cortina de humo para diluir -tan pronto como se acerquen las elecciones- esta posibilidad de alternancia en la entidad.

 

Seamos claros, una alianza PAN-PRD en el Estado de México sólo tendría viabilidad si se concina desde las esferas más altas de ambos partidos, es decir, si las dirigencias nacionales la definen, proyectan y concretan. De lo contrario, si le dejan el manejo de esta posibilidad a sus cuadros mexiquenses perfectamente saben que está destinada a la ruina.

 

Así que del lado del PAN, Ricardo Anaya y del PRD, el sustituto de Agustín Basave, deben asumir en su totalidad las inquietudes y negociaciones de la alianza en el Estado de México, y comenzar a perfilar a un posible candidato que no sea ni necesariamente militante de sus partidos ni un actual priísta que en nueve meses termine en el berrinche. Se los han recomendado y recordado: candidato externo.

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