convirtiéndose en una estrella en el mundo de la música hispana. Un hombre que,
a base de talento y mucho trabajo, supo ganarse cada triunfo. Un hombre al que
le ha tocado enfrentar, como cualquier otro, diferentes situaciones que lo han
puesto en jaque, pero que, al final, con la ayuda de Dios, ha sabido resolver de la
mejor manera.
Esta es la historia de un cantante al que la vida le soltó una carta muy fea, dándole
una tremenda lección que lo creció y lo hizo más fuerte. Se llama Ernesto Solano y
es uno de nuestros consentidos. Es un gran estratega y una de las grandes voces
de la música de banda.
Después de liderar exitosamente por 15 años a la Banda Maguey, en el año 2006,
Ernesto decidió jugársela solo haciendo su propio proyecto musical, sin imaginar,
que esto, lo llevaría a pasar varios meses en el penal de Santiaguito, en Almoloya
de Juárez, como si fuera un delincuente, cuando lo único que hizo fue trabajar.
Pero, vámonos por partes, recapitulemos desde los inicios, cuando Ernesto era un
maestro de primaria en su natal Villa Corona, Jalisco, con un tremendo talento
para cantar y componer, que una tarde de abril de 1991 se convirtió en el
vocalista, líder y figura principal de una Banda que estaba empezando y que venía
con todas las ganas de triunfar. Una vez firmado el contrato que lo hacía socio con
el 10 por ciento de las acciones y ganancias de la Banda Maguey, se grabó el
primer disco y empezaron las presentaciones locales y la labor para sonar en radio
y por aparecer en televisión. Tres años después, les llegó el éxito y se convirtieron
en una de las bandas favoritas y lo demás es historia: muchos éxitos en la radio,
premios, cientos de miles de discos vendidos y bailes abarrotados; gran parte de
estos logros se deben al intenso trabajo y a la visión de Ernesto, que un día,
decidió salir de la banda, pero como no llegaron a un acuerdo económico para
disolver la sociedad, él, empezó a trabajar y, así, lanzó su primer disco y otro más.
Todo marchaba bien, hasta que la tarde del 26 de junio del año 2012 terminando
Vallarta, para otra presentación, unas patrullas le marcaron el alto a su camión;
varios hombres armados subieron y le pidieron que bajara, e inmediatamente lo
esposaron informándole que tenía una orden de aprehensión sin derecho a fianza.
En ese momento, su vida dio un vuelco y nunca más volvió a ser la misma. Una
vez en prisión, trató de negociar con sus excompañeros de la banda sin llegar a un
acuerdo; el pésimo manejo de su abogado, el tener lejos a su gente, a su familia,
alargó todo el proceso y permaneció ocho largos y duros meses preso, en los que
echó mano de su fuerza de voluntad y de su fe. Todo el tiempo se mantenía
ocupado; tomaba clases de inglés, de baile y compartía con sus compañeros su
gusto por la música. Al final, su pasión más grande, lo salvó de volverse loco allí
dentro. Los cargos por los que se le acusó, fue por usar el nombre de Banda
Maguey al presentarse como Ernesto Solano Maguey. Al final, cedió en lo que la
banda pedía y pudo salir libre y volver a la vida, solo que más fuerte, renovado y
con todas las ganas de comerse al mundo. Hoy, Ernesto sigue escribiendo su
historia llevando su música por cada rincón de México y los Estados Unidos,
dejando el pasado atrás; aunque, no tanto, solo lo suficiente como para no olvidar
que la libertad no tiene precio, sin rencores y sin dolor. Y, es que, seguro, nunca
podrá olvidar aquellas tardes en el penal, cuando el tiempo se le iba, observando a
los pajaritos entrar y salir entre los barrotes de las celdas, deseando ser uno de
ellos para poder volar lejos de ese lugar.
Aquí pues, un poquito de la historia de un cantante que nos ha demostrado que
cuando las adversidades las convertimos en oportunidades para crecer, para
transformarnos y para resurgir, es cuando se escriben grandes historias, y, es que,
eso es la vida; un enorme racimo de oportunidades, muchas veces, disfrazadas de
momentos difíciles. Hoy, cuando lo vemos sobre el escenario, luce más grande y
más artista. Y, nosotros lo disfrutamos, lo celebramos y lo aplaudimos como
siempre, al tiempo que le gritamos: ¡Y, sigue y sigue, Solano! Que aún nos debes
muchas canciones.




