REDACCION
A pesar de los logros alcanzados en materia de derechos laborales, en América Latina prevalece una brecha de desigualdad de género y que se ha traducido en la falta de crecimiento, toda vez que a la mujer se le relega a trabajos de baja productividad.
Así lo destacó el director Regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe, Luis Felipe López Calva, al participar en el conversatorio “La Participación Laboral de las Mujeres: Un desafío pendiente”.
Durante su intervención, reveló que de acuerdo con un estudio realizado por el PNUD, se descubrió que más de 80 por ciento de las trabajadoras en América Latina se encuentran empleadas en sectores de baja productividad, proporción que no ha cambiado en los últimos 15 años.
Esto, dijo, se ha traducido en un alto costo en la productividad, en especial en un contexto donde la educación ha aumentado en la población femenil de países en desarrollo y que no se aprovecha de manera adecuada.
Refirió que si se analiza desde este punto de vista, en las mujeres existe un importante capital humano que no se aprovecha profesionalmente por su baja o nula participación laboral en esquemas de alta productividad.
Es aquí que el reto para los próximos años es revertir esta brecha excluyente para lograr una productividad constante y uniforme en América Latina y el Caribe, abundó.
Y ello, insistió, no implica sólo garantizarles más capacitación y formación profesional a las mujeres, sino incluirlas en sectores de alta productividad, ya que de lo contrario se continuará viviendo en una sociedad que enfrenta una constante regresión en sus esquemas de productividad.
Y todo porque a pesar de contar con mujeres muy capacitadas y cada vez mejores niveles de formación educativa, se les sigue relegando a esquemas de productividad bajos de manera discriminativa e incluso se les limita sólo al cuidado de la familia.
En ese sentido, reveló que un importante porcentaje de la población femenil altamente capacitada que decide tener hijos no puede reanudar sus actividades laborales o ven mermada su carrera al no contar con un servicio de cuidado infantil.
Por otra parte, las mujeres, sobre todo indígenas y mayores, sufren de más discriminación, lo que lleva a un doble fenómeno de marginación, no sólo por sexo, sino también por pertenencia a un grupo étnico y por la edad.
Toda esta serie de factores ha generado que la informalidad se mantenga entre las mujeres más pobres, que trabajan en empleos como el servicio doméstico o trabajar por cuenta propia.
Ante ello, insistió que para revertir este problema es indispensable trabajar en un mayor empoderamiento de las mujeres, para garantizar una gobernanza efectiva que se traduzca en un crecimiento económico eficiente, complementario y equilibrado.