Por: Isidro O`Shea
@isidroshea
Las preferencias políticas se definen, según las principales escuelas sobre el tema, en aquello que aprendemos y aprehendemos en nuestro proceso de crecimiento y socialización, es decir aquello que mamamos desde pequeños. Sin embargo, no podemos caer en una extrema ingenuidad de llegar a pensar que ningún fenómeno sociopolítico puede alterar dichas preferencias, o bien por lo menos que dichas preferencias las dejemos de manifestar al momento de ejercer nuestro voto: acto en el cual se reduce todo en una democracia representativa.
Los realineamientos electorales, así como la desafección hacia ciertos partidos o hacia la política en general, son los principales factores, que hacen que los sistemas de partidos alrededor del mundo sufran cambios, a los cuales los líderes políticos deben responder y adaptarse.
A lo largo de la historia universal, han existido grandes sucesos, la mayoría de ellos inesperados, que han tambaleado a las democracias occidentales, originando con ello, no solamente una naturaleza y percepción distinta de los escenarios políticos, sino quizá, hasta nuevos clivajes, dimensiones de competencia, o bien, nuevas ideologías dentro de la ciudadanía.
Ejemplos de lo anterior, tenemos prácticamente en todo tiempo y espacio. Después de la segunda guerra mundial, la extrema derecha y el fascismo en lo específico dejaron de ser una opción rentable; después de la guerra fría, cuyo símbolo fue la caída del Muro de Berlín en 1989, ya no solamente el fascismo, sino también las ideas comunistas dejaron de ser atractivas. De manera más reciente, la crisis económica del 2008 alrededor del mundo, trajo consigo fuertes voces ciudadanas que hicieron explícita su insatisfacción, dando origen no solamente a movimientos sociales, sino también al éxito de nuevas formaciones políticas, especialmente radicales, populistas y anti-establishment
Este tipo de fenómenos que modifican el escenario político, también pueden ocurrir dentro de un país de manera concreta. En las transiciones de regímenes autoritarios a regímenes democráticos resulta común; como ejemplos están la España postfranquista o bien el México que surgió después de la derrota del PRI en el 2000.
Así pues, como las grandes crisis económicas o las guerras ideológicas han dado lugar a nuevos escenarios políticos, es razonable esperar significativos movimientos dentro de los sistemas de partidos actuales como consecuencia del COVID-19, pues este no es un tema únicamente relacionado a los sistemas de salud, ya que evidentemente ha trastocado todas las aristas de la sociedad.
Sería oportuno ir haciendo antesala de fenómenos, que, si bien ya se venían desarrollando desde hace unos años en nuestra realidad política, hoy el COVID y los ríspidos discursos políticos hacen aun más notorios: desconfianza, desafección política, polarización, movimientos radicales. Bajo esa misma idea, el economista Dani Rodrik, recién galardonado con el Premio de Asturias, afirmó que esta pandemia ha amplificado las tensiones sociales, políticas y económicas ya existentes.
Es probable – no solamente en México, sino en el mundo entero – que empiecen a surgir nuevas demandas políticas por parte de la ciudadanía, y así también nuevas ofertas provenientes de los partidos y líderes políticos.
Lo importante en México será darle espacio tanto a las nuevas demandas como a las nuevas ofertas, pues si bien el conflicto y la polarización no son problemas por si mismos, sí lo son cuando la discusión deja de ser fructífera y se encapsula en discusiones estériles sobre identificaciones bastante simplistas y perspectivas maniqueas, abandonando así el diálogo para la implementación de propuestas específicas, decisiones empíricas y políticas públicas reales.
De ello es importante hacer conciencia, para darle espacio a las nuevas demandas, basadas en nuevas y genuinas preocupaciones, efecto del COVID y temas relacionados con éste (desempleo, crisis económica, apoyos fiscales).
Son necesarios partidos políticos de oposición que pongan los temas sobre la mesa, teniendo como estandarte las demandas ciudadanas y exigiendo rendición de cuentas al gobierno, como un principio básico democrático. Es necesario pues, que los ciudadanos vean en las distintas opciones partidistas, ecos de sus voces y preocupaciones.
Así pues, en todo el mundo el COVID puede llegar a ser una válvula de escape de los sistemas políticos. En México, afortunadamente, lo podremos corroborar pronto, en el 2021, cuando los mexicanos, volvamos a las urnas a ejercer nuestro deber cívico indivisible: el voto.