POR Yuritzi Becerril-Tinoco
Arte y espacio en la pieza “Modelado cuerpo vs cuerpo” de David Hernández.
La siguiente es una propuesta para una icónica del espacio considerando un bloque de madera y un cuerpo dispuestos en el espacio, se trata de la pieza performática de David Hernández, ganadora de la XII Bienal Femsa titulada Modelado cuerpo vs cuerpo.
Supongamos un bloque de madera dispuesto en el espacio. Este pequeño enunciado implica una serie de acuerdos que damos por sentado. En principio el objeto, que nombramos a través del lenguaje en términos de su composición: su materia, esto es madera; enseguida, el lugar en el que se encuentra dispuesto: el espacio. ¿Podría existir el bloque de madera sin estar dispuesto en ese lugar que convencionalmente llamamos espacio?, ¿Podríamos reconocer con nuestra mirada la materialidad del objeto si no pudiéramos elaborar un discurso coherente sobre él a través del lenguaje? Nuestra relación con las imágenes es producto de una abstracción discursiva de la materialidad en el espacio, un tejido de gramáticas visuales que la hacen comunicable y comprensible: textualizamos el mundo, damos significado al espacio utilizando una gramática de la imagen. La vida cotidiana se desarrolla como una serie resuelta de complejos procesos de abstracción por medio de los cuales damos sentido a la vivencia humana en el espacio. Diego Lizarazo en su obra Iconos, figuraciones y sueños, editada por siglo XXI, llama a este proceso “experiencia icónica”, una manera clave de interpretar nuestra presencia en el mundo, es decir, una forma de dar sentido a nuestra experiencia en el mundo.
Regresando al ejemplo del bloque de madera, entendemos que es una pieza que pertenece al universo de los objetos artísticos, es decir, que ha sido co-creada por un sujeto en un doble proceso: primero, una apropiación cultural del artefacto icónico y en segundo lugar, la producción plástica, en donde se realiza el proceso inverso de significación del mundo, la mundanización de los signos: vivencia de las distancias, de las proporciones, de la textura, de la composición; como sugiere Lizarazo en la obra referida, se trata “de la experiencia sensible que produce la masa y las substancias de las cosas sobre nuestros sentidos, sobre nuestra corporalidad; de la afección de la luz en nuestra mirada, de la manera en que organizamos nuestra visión”. En esta lógica, Lizarazo llama al trabajo de elaboración de la vivencia humana en el espacio “trabajo icónico”. Un trabajo de construcción y deconstrucción de sentido a partir de la configuración icónica de los objetos, dicho de otro modo, el acto de elaboración-interpretación del espacio que constituye el acto icónico. En una obra plástica aparecen una diversidad de espacios simultáneos e irreductibles, que superan la expresión del espacio icónico (el de lo mostrado) y que en algunos casos podrían ayudar a comprender nuestra mirada frente a la obra: el espacio objeto, el espacio plástico o formal, el espacio mimético, el espacio narrativo y el espacio expositivo. Este último construye un punto de observación: la mirada icónica, es decir, el reconocimiento de que la obra nos sitúa y nos dispone de una forma en el espacio. El arte contemporáneo, sin embargo, busca romper la frontera entre espacio-obra y espacio-mundo.
La pieza de David Hernández puede verse como un trabajo escénico y performático en el que reconocemos que el objeto interpela no solo nuestras miradas, sino también nuestros cuerpos. Un performer que se sitúa delante de la pieza de madera y la significa como un costal de boxeo o un molino de viento y lucha contra el en un Modelado cuerpo vs cuerpo hace evidente este proceso: la meteria que se modifica no es el objeto, sino el observador-actuante, quien vive en su propio cuerpo la multiespacialidad de la experiencia icónica.