POR Norberto HERNÁNDEZ
Las dos más grandes figuras políticas, de los últimos 30 años, de la vida pública e institucional del país son, sin ninguna duda, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari (CSG) y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) actual presidente de la República. El primero fue el líder del movimiento contrarrevolucionario que se apoderó del destino del país desde 1988 hasta 2018 y el segundo es el que encabeza la llamada Cuarta Transformación de México a partir de retomar una versión recargada del nacionalismo revolucionario.
Las nuevas generaciones entenderán poco o nada de la comparación entre ambos personajes, pero más allá de lo vigente del debate entre ambas personalidades prevalecen los efectos provocados por sus acciones de gobierno. La cumbre del salinismo fue la firma del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. En el lado contrario de la moneda, el momento de la catástrofe salinista fue la sucesión presidencial de diciembre de 1994. En el cambio de poderes surgió una crisis devastadora que afectó, dramáticamente, las condiciones de vida de millones de familias. Esa debacle nacional se conoció como el error de diciembre. Miles de familias perdieron sus casas, carros, los hijos abandonaron la escuela privada, los viajes se acabaron, los empleos se cerraron, las deudas personales y familiares fueron impagables, en general, el nivel de vida se derrumbó.
Doce años de políticas neoliberales (1982-1994) fueron suficientes para que el país abriera un camino paralelo entre millones de pobres y unos cuantos favorecidos de la riqueza nacional. El Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA) es solo una muestra del control ejercido sobre las políticas de Estado por los grupos de poder económico. Millones y millones de pesos de deuda privada fueron convertidos a deuda pública. El rescate llegó de los Estados Unidos por urgente necesidad. El Presidente Clinton tuvo que usar sus facultades legales para apoyar al gobierno mexicano. Miles de desempleados cruzaron la frontera norteamericana en busca de un salario para salir a flote.
El error de CSG fue el éxito de AMLO. Tomó los desaciertos de aquél gobierno como bandera de lucha durante 18 años hasta que ganó las elecciones presidenciales de 2018. Aún en funciones de presidente, sigue evidenciando a los llamados gobiernos neoliberales y a los que ubica como responsables de los rezagos nacionales, en particular, de la pobreza y la marginación de millones de mexicanos y del saqueo de la riqueza nacional.
CSG puso en marcha el Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) que se convirtió en una acción de política pública innovadora, de éxito rotundo. En 1988, los resultados electorales tuvieron dudas sobre el triunfo del candidato Salinas, pero el PRONASOL en 1991 disipó el encono, dando al régimen un regreso contundente a la victoria electoral. Los apoyos sociales tuvieron la rentabilidad de sufragios esperada, lo que sirvió para que CSG fuera una figura política de alcance internacional. Hasta antes del 1 de enero de 1994, era el líder del tercer mundo.
Pocos años después, AMLO, como Jefe de Gobierno, creó su propio programa social con los mismos resultados de su acérrimo rival neoliberal. El Programa de Apoyo a los Adultos Mayores, de ser una acción de un gobierno local, se convirtió en una política pública nacional. Tanto CSG como AMLO comparten el éxito de la ayuda a los más necesitados. Uno por matizar y dar algo a los más pobres; el otro, con el interés pleno de hacer justicia por los más necesitados. Sin embargo, los resultados políticos, en ambos casos, se miden en votos. Las elecciones en la Ciudad de México son un claro ejemplo de ello y las elecciones de 1991 también. Algo de eso sabe o recuerda Marcelo Luis Ebrard Casaubón. Los dos líderes políticos no son lo mismo, pero se parecen.
Así como CSG echó mano del PRONASOL, el presidente López Obrador lanza su plataforma de ayuda social en todo el país con miras a dos objetivos inmediatos. El primero es evitar un estallido social por efectos de la pandemia del COVID-19 que ha fracturado aún más el disminuido crecimiento económico. Y, en un segundo momento, incrementar la legitimidad de su gobierno y su figura. Para ello, acompaña su labor política haciendo públicos los escándalos de corrupción de los sexenios pasados, en particular, de los dos últimos. Al grandote de Fox lo ve tan chiquito que ni lo menciona en las mañaneras. A él lo derrotó desde el desafuero.
Las elecciones de 2021 para AMLO serán las elecciones de 1991 de Salinas. Si los resultados son para MORENA como lo fueron para el PRI, podemos decir que la 4T va; seguirá vigente a pesar de las críticas infumables de la oposición al presidente. La fuerza electoral de Salinas fue Salinas; la fortaleza político-electoral de AMLO es AMLO.