ENTRECOMILLAS
Alberto Abrego
“Lo más difícil que tuve que aprender fue cómo recuperarme y seguir adelante sin las personas que pensé que estarían en mi vida para siempre. Tuve que darme cuenta que tienes que hacer las cosas por ti mismo, porque la única persona que te volverá a poner de pie, eres tú”
Frase popular
Son ya las últimas horas de este tenebroso año. 2020 empaca y se lleva sus calamidades a otra parte, al pasado, dejando como herencia fatídica la inercia mortífera de una curva sanitaria que no hemos sido capaces de vencer. La crisis y la desesperanza crecieron día con día, y lejos de ser un año de oportunidades y cambios prósperos, termina con una sensación de vacío y de frustración ante la muerte.
Este fue el año de una sociedad enlutada, indignada, nerviosa, harta y desesperada. Fue uno de los peores que hayamos vivido quienes hoy habitamos el planeta. Para muchos, fue el peor de todos, por eso el deseo de toda la humanidad es que 2020 se vaya cuanto antes.
Los héroes de este año – a mi entender, de todos los años -, son los médicos, personal de enfermería y todas las personas dedicadas a salvar vidas. Increíblemente tal vez antes no lo notábamos, pero su heroísmo es diario, desde siempre; se hace épico en situaciones como esta, pero cada día del año, durante todos los años sacrifican horas con su familia para salvar vidas.
Por eso, es necesario reflexionar sobre las enseñanzas que nos ha dejado este año:
Nuestro sistema de salud es muy frágil, y su mayor fortaleza es el espíritu y la vocación de los médicos y enfermeras, que ante todo, son grandes seres humanos. La naturaleza es implacable cuando nos cobra la soberbia con que tratamos el planeta. Este virus no solo provoca muerte, viene acompañado de depresión, ansiedad, soledad, pobreza y frustración. En el mundo, la pandemia puso al desnudo la perversidad de la economía oportunista y de los políticos corruptos, esos que nunca se ocuparán a cabalidad de los hospitales, ni de la educación pública, ni de las condiciones sanitarias en comunidades marginadas. Los grandes problemas que afectan al país como la corrupción, impunidad, violencia, malos servicios, un sistema educativo deficiente, entre tantos otros problemas que enfrenta nuestro país se evidenciaron aún más en este año. Aprendimos que nos quejábamos mucho y no nos dábamos cuenta que en realidad, gozábamos de ciertas libertades y estabilidad que no sabíamos que íbamos a extrañar.
El confinamiento obligado nos puso a prueba, nos retó en diversos aspectos. De pronto el mundo tuvo que virar su rumbo, porque el futuro se presentaba como un fantasma amenazador ante ese monstruo microscópico que ya ha cobrado millones de víctimas.
Pero no todo es negro. La ciencia, esa que en muchos países carece de presupuesto y de importancia logró en tiempo récord, descifrar y combatir las armas de este talentoso engendro. Ahora solo resta esperar que las vacunas lleguen en tiempo y forma después de sortear los mezquinos intereses de la economía oportunista y la política electorera.
En muchos aspectos, 2020 cierra como un año perdido, en el que ha sido exhibida la enorme incompetencia e ineptitud de funcionarios de distintos niveles, en muchas partes del mundo. Por ello, el país debe replantearse. El 2020 alarga el estertor de una época de terror, y dejará una herencia de muerte con el que iniciará el 2021, pero el nuevo año deberá presentarse como esa oportunidad de recuperar el mando de nuestras vidas. La vacuna servirá.
No es verdad que este año lo padecimos todos de la misma manera. La pandemia no nos golpeó por igual. No es cierto que la muerte nos iguala, en este caso lo que hizo fue agudizar las diferencias sociales. Quienes dirigen al país, al nuestro y al resto del planeta, así como las distintas sociedades deberán hacer una severa autocrítica una vez que la pandemia quede dominada. Por lo pronto, habrá que ver cómo sale cada uno de esta pesadilla, que tarde o temprano pasará. 2020 nos hereda muchas lecciones, y nos recuerda nuestra obligación de procurarnos un mejor porvenir, y eso demanda un esfuerzo conjunto. El año que se va nos invita a reconocer errores, advertir los peligros y valorar las oportunidades perdidas, y nos exige ir por nuestro propio rescate.
Los primeros meses de 2021 serán aún terribles. Prevalecerá la crisis económica y sanitaria, y fuera de triunfalismos, reconozcamos al 2020 como el año del terror, de pocos claros y muchos oscuros, de alguna esperanza y muchas desilusiones, de pocos logros y mucho luto, de pocas palomas y muchos taches.
A los lectores de 8 Columnas, y a toda la humanidad, deseo que este 2021 sea un año de salud y de propósitos cumplidos. Y aunque aún se perciben muchos nubarrones, esperemos que después de la tormenta, llegue la calma.
En fin, lo mejor del 2020 es que con él, también se va la administración de Trump.