POR Ariel PÉREZ
Los tiburones, también llamados escualos, pertenecen al orden de los selacimorfos y llegaron a convivir con los dinosaurios. Una afirmación así no puede hacerse con apenas ningún animal de los que hoy en día conocemos. Su presencia en nuestro planeta está documentada desde hace más de 450 millones de años, si bien es cierto que aquellos no son los mismos que rondan los océanos en la actualidad sino una versión evolucionada.
Se trata de un tipo de pez situado en la parte superior de su cadena trófica y desempeña la función básica de regular la población de otras especies que se hallan por debajo de él. Por este motivo es muy preocupante el descenso de población de estos animales debido a la pesca ilegal que se lleva a cabo en muchas regiones el mundo. Se conocen más de 465 especies diferentes. Un tiburón puede llegar a tener más de 20.000 dientes a lo largo de su vida después de los continuos cambios de dentadura que experimentan.
México es un país excepcional para estar en contacto con ellos. Existen registradas más de 300 especies diferentes, siendo las más emblemáticas los Grandes Blancos, los Tiburones Tigre o Tintoreras, los Tiburones Toro, los Martillos y el pez más grande del océano el Tiburón Ballena. La Isla Guadalupe cerca de Baja California, Archipiélago de Revillagigedo, Quintana Roo y el Golfo de México, son algunos de los lugares donde más se encuentran estas especies en nuestro país.
Las capturas no accidentales de tiburones, no solo van destinadas a la famosa sopa de aleta de tiburón de gran consumo en Asia. Con la introducción de medidas para prohibir cercenar las aletas de tiburón, ha aumentado el mercado para su carne en todo el mundo. Pero hay productos que podemos encontrar habitualmente y no relacionamos directamente con la desaparición de los tiburones: el escualeno, un derivado del aceite de hígado de tiburón, es un ingrediente ampliamente utilizado en cremas hidratantes, protectores solares y otros productos cosméticos. Hay que leer siempre la letra pequeña de todos los productos porque el escualeno también se puede extraer de las plantas, pero lamentablemente el aceite de tiburón suele ser una opción más barata. Y el coste es muy alto, para la producción de una tonelada de escualeno se requiere aceite de hígado de hasta 3.000 tiburones.
Además, la forma de capturarlos resulta en una masacre inmisericorde, sacándolos del agua, cortando sus aletas y regresándolos vivos al océano, para que mueran minutos más tarde. Desafortunadamente, no existe una empatía con los tiburones como lo existe con otros animales igualmente amenazados, ya que muchas personas los ubican como temibles asesinos y en muchas ocasiones los catalogan como “come hombres”. Lo anterior, es sin lugar a dudas un mito que debemos terminar para que cada día más gente apoye su conservación. En los últimos 10 años, en promedio, se han registrado 80 casos de mordeduras de tiburón a lo largo y ancho del planeta, de estos solamente 8 han sido fatales.
Es necesario tomar medidas adicionales, no solo de gestión pesquera para la conservación de los tiburones. La delimitación de áreas marinas protegidas en alta mar debe preservar los puntos calientes para estas especies, acompasada por la gestión en aguas costeras donde se mueven los pequeños tiburones. Las medidas están llegando bastante tarde y se podrían haber abordado con medidas menos drásticas para la pesca, pero la situación es grave y hay muchas especies en peligro de extinción.
Y por eso es importante que en 2021 logremos consolidar un Tratado Global de los Océanos para que la alta mar no sea tierra de nadie y se aúnen gestión pesquera y conservación. Lo único que da más miedo que un océano lleno de tiburones es que no haya nunca más tiburones.