Por: Sergio Macedo
Calimaya, México.- Luego de varios meses de no salir a rodar en bicicleta, el pasado fin de semana decidí ir a la zona boscosa cercana al zoológico de Zacango, ideal para la práctica del ciclismo de montaña, desafortunadamente la experiencia no fue la esperada. Los parajes que antes estaban llenos de árboles y naturaleza se han convertido en un enorme desierto, el camino de terracería que lleva al parque ecoturístico cambió radicalmente, sus elevaciones naturales desaparecieron, además la erosión y la sobreexplotación de minas de arena y grava han generado enormes boquetes en la tierra.
La idea era llegar al paraje conocido como Cuatro Caminos, sí la condición física lo permitía subir unos cuantos metros más para disfrutar el paisaje y respirar un poco de aire limpio tan necesario en estos días de contingencia ambiental.
En punto de las siete de la mañana pasé por Ricardo Sánchez a su domicilio y nos dirigimos a nuestro destino, estacionamos el auto, nos colocamos cubre bocas, casco, guantes y comenzamos el recorrido que pretendía ser una rodada placentera como muchas otras que habíamos realizado antes de la pandemia por Covid19, sin embargo, en cuestión de minutos pasaríamos de la emoción a la desesperanza.
Iniciamos frente a la entrada principal del zoológico, un kilómetro más adelante nos internamos en la vía que lleva al Parque Ecoturístico Calimaya, que hasta hace poco más de un año contaba con hermosos paisajes boscosos, que motivaban a ciclistas y corredores que pretendían llegar hasta el Xinantecatl; ahora sólo se ve maquinaria pesada, tráileres extrayendo, transportando arena, grava y aplanando varias hectáreas de monte.
Al pasar por un costado de las minas de material pétreo nos dio la bienvenida un panorama nada agradable, enormes grietas en la tierra de no menos de 15 metros de altura generadas por la innegable sobre explotación de arena y grava, pareciera que la zona fue bombardeada en días recientes. Donde antes había terrenos firmes, ahora se encuentran monumentales barrancas que al mirarlas provocan vértigo.
Kilómetros más adelante el paisaje se vuelve aún más desconcertante, justo en el sitio conocido como “Borregos” decenas de árboles fueran talados, su lugar fue ocupado por retroexcavadoras, camiones de volteo y trabajadores que compactan varias hectáreas de terreno, también afinan senderos para el paso de automóviles.
A partir de este punto la alteración al entorno es más notoria, los montículos que caracterizaban la vía han desaparecido, de las insufribles subidas solo queda el recuerdo, el trazo es tan exacto que ya lo quisiera cualquier calle de la entidad mexiquense. Cabe señalar que la ampliación y aplanado repentino del camino al parecer no se trató de un fenómeno natural, ya que en las orillas de la carretera se perciben las huellas de pala mecánica.
La erosión también ha contribuido a la transformación radical de la zona, largas fisuras corren a lo largo del camino, que sin duda ponen en riesgo la seguridad de quienes suelen pasar por el lugar y evidencia el deterioro de la región.
Luego de un par de horas el objetivo se cumplió, llegamos a la desviación que lleva al parque ecoturístico, subimos un par de kilómetros más con la esperanza de encontrarnos con el antiguo paisaje, sin embargo, todo fue en vano, la ampliación del camino, la erosión, muchos árboles caídos, un terreno extremadamente arenoso nos desalentaron y decidimos volver en silencio. Increíble que ese bosque haya cambiado tanto en un año, esperemos que no corra la misma suerte del glaciar Ayocolo, ubicado en la cumbre del volcán Iztaccíhuatl, el cual fue declarado extinto hace unos días.