Por: Alberto Abrego
“La administración pública está llamada a brindar seguridad a la población, so pena de perder su confianza, uno de los elementos necesarios para obtener previsión, es la fiscalización de las obras y los trabajos que las empresas públicas realizan.”
Julio César Palacio. Periodista ecuatoriano
Nuestra historia está llena de hechos trágicos que pudieron haberse evitado de existir tan solo una mínima parte de una política y cultura de la prevención.
Citemos tan solo algunas, las más mediáticas:
Cuando ocurrió la tragedia en la que murieron 12 personas en la Discoteca News Divine, en junio de 2008, inmediatamente después se realizaron operativos de seguridad y revisión de medidas de protección civil en todos los antros de la CDMX, clausurando un gran número de ellos. Lo mismo ocurrió después de la lamentable tragedia en la guardería del IMSS, en Hermosillo, Sonora en 2009, donde perdieron la vida 49 niños, organizaron un impresionante despliegue de medidas, aunque a la fecha los familiares aún sueñan con justicia. Cuando azotaron en el país los huracanes (en distintas etapas de la historia) “Liza”, “Paulina”, “Gilberto”, “Odile” e “Hilda”, entre otros, las autoridades organizaron operativos y planes para ayudar a las víctimas y damnificados, pero cada año, en temporada de huracanes sabemos que estamos a merced de la naturaleza; lo mismo ocurre con las constantes inundaciones en varios estados, en los que se administran paliativos administrativos sin que se invierta en una solución de fondo. En los grandes sismos que han azotado a México, siempre salen a relucir actos de corrupción y negligencia en cuanto a permisos y autorizaciones, y se hacen planes y legislaciones para normar y castigar. Más recientemente, en enero de 2019 en el municipio de Tlahuelilpan, Hidalgo ocurrió una explosión en ductos de Pemex por robo de combustible con saldo de 137 fallecidos, lo que originó un despliegue de operativos del gobierno y aparentemente mayor vigilancia al respecto. La pandemia desnudó un sistema de instituciones negligente y arcaico, al permitir a la fecha más de 220 mil muertos. La reciente tragedia en la estación del metro Los Olivos, donde se derrumbó la viga de un puente y fallecieron 25 personas es un ejemplo más, ahora se va a investigar y se van a revisar las estructuras del Sistema de Transporte Colectivo.
México es el país del niño ahogado, aquí no movemos un dedo para prevenir nada, tapamos el pozo hasta que el chamaco ya se ha ahogado. Es algo así como una filosofía cultural ancestral no escrita que recorre nuestras venas y que está sembrada hasta la raíz de nuestro ADN. Es tan tradicional como tener la licencia vencida, como cargar cajas pesadas sin faja, como no utilizar el cinturón de seguridad, como tirar la basura por la ventanilla del auto, como salir de vacaciones y abarrotar las playas en plena pandemia, elegir diputados violadores, acosadores e impresentables o como fallar los penalties en los mundiales…
El ser poco previsor está tan arraigado en nuestra cultura y nuestras autoridades que el símbolo patrio bien podría ser un niño ahogado en lugar del águila devorando a la serpiente. Hemos tenido gobiernos de todos colores y los resultados son los mismos. México por todos lados clama que ha cambiado y sigue practicando los mismos vicios de siempre. ¿Estamos condenados como país a contar para siempre con autoridades que no hacen nada, con un Congreso que legisla solo en dirección partidista y con una sociedad que no exige prácticamente nada?
Sin importar qué partido esté en el poder, nuestra clase política se ha caracterizado siempre por padecer de una selectiva ceguera, sordera y mudez ante las realidades de la sociedad civil. Lastima sobremanera la negligencia, la falta de previsión y por lo tanto la falta de sensibilidad en todos los niveles de gobierno, y todo ello es el resultado de la situación actual.
Vivimos en el país del niño ahogado, donde los pozos nunca se tapan totalmente, ni aún después de la tragedia.
RÁPIDAS MEXIQUENSES. El pasado miércoles el gobernador del Estado de México Alfredo del Mazo Maza realizó algunos ajustes en su gabinete, argumentando la necesidad de “replantear prioridades y encontrar nuevas formas de interacción y de trabajo”. Algo tienen las segundas mitades de todos los gobiernos sexenales que invitan a replantear, para reorganizarse, agrupar voluntades y enfilarse al final de la administración lo más fuerte posible.