Hace más de cinco décadas una bala movida por el odio terminó con la vida de
Martin Luther King, no obstante, este acto de crueldad no puso fin a “su sueño”. La
imagen congelada en el tiempo de un luchador pacífico quedó grabada en la
conciencia de millones de personas.
Al día de hoy, sus proclamas resuenan en un país profundamente dividido en
cuestiones de raza y clase, y dejan huella en una población que se sigue
enfrentando a los mismos desafíos por los que él se manifestaba. En vísperas del
28 de agosto en el que marco una época en la historia no solo de los EEUU si no
del mundo mediante su notable discurso “I have a dream”, recordamos que su
legado continúa y que la lucha por la armonía racial sigue viva.
El discurso de Martin Luther King tenía como objetivo denunciar los atropellos y
abusos sufridos por los afroamericanos debido al conflicto racial de los últimos
cien años de historia estadounidense, y exigir la justicia y la libertad a que tenían
derecho como ciudadanos norteamericanos.
Es un discurso profundamente optimista, esperanzador, que propone el ideal de
una sociedad fundamentada en los valores de la igualdad y la fraternidad, con
pleno reconocimiento de los derechos civiles y las libertades individuales de la
comunidad afroamericana.
En este contexto, recuerda a sus seguidores la necesidad de seguir avanzando en
su propósito hasta que se haga justicia, pese a las dificultades, a la situación de
injusticia generalizada y a los tensos escenarios que se vivían en el país a causa
del racismo.
Sin embargo, dice, a pesar de todas las adversidades y los obstáculos, “tengo un
sueño”, un sueño de justicia e igualdad, de fraternidad entre blancos y negros, un
sueño en que las barreras de la segregación racial sean superadas, para que un
día en Estados Unidos el sueño de la libertad y la igualdad de derechos para todos
los ciudadanos, tal como lo recoge la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos de América, donde se afirma “que todos los hombres han sido
creados iguales”, sea posible.
Luther King, puede ser considerado como el principal luchador social que ha
existido en la tierra. Partidario de la no violencia, como lo fue Gandhi y Mandela.
La enseñanza mayor que nos dejaron, en especial Luther King, es que, si se
puede una transformación para vivir mejor, para que haya justicia, que no haya
discriminación ni racismo.
El mundo tras la enseñanza de Luther King en reflexión de Taylor Branch, hace
alusión a que vivimos en una era donde el racismo es explícito y la limpieza étnica
se presenta como un eufemismo para encubrir asesinatos en masa. Una era en la
que el acoso no solo se da en los colegios, sino que se consolida en los puestos
de poder y se propaga como una plaga por las calles. El odio sopla como una
brisa de aire fresco mientras el mundo se descompone. “Todos los problemas que
[King] planteó hacia el final de su vida son tan contemporáneos ahora como lo
eran entonces”.
No obstante, la huella de Martin Luther King y de su labor se pueden distinguir en
muchos aspectos de la actual vida en convivencia. Movimientos como Black Lives
Matter o Me too y el empoderamiento de la lucha de las mujeres son evidencias
claras de la progresiva concienciación social. Finalmente, es necesario señalar
que los desafíos a los que plantó cara en ese balcón en el Lorraine Motel en
Memphis en 1968 siguen muy presentes. Problemas cotidianos y estructurales
que permanecen con nosotros a día de hoy.