PAZ Y DESARROLLO SOSTENIBLE
El clima y la seguridad están estrechamente relacionados, la inestabilidad
climática empeora las ya frágiles zonas más vulnerables del mundo, se calcula
que 3.500 millones de personas viven en zonas críticas de riesgo climático.
Debemos comprender que el cambio climático exacerba las amenazas a la
seguridad de la humanidad y la guerra afecta a la naturaleza y al medio ambiente
en múltiples maneras, desde la destrucción de represas, solo veamos lo que pasó
en Ucrania, hasta ataques a oleoductos y a tierras destinadas a la agricultura que
sostienen a comunidades rurales.
Ya ni que decir de los países que afrontan condiciones de inestabilidad y los que
se enfrentan afectaciones a su medio ambiente, ya que, entre los 16 países más
vulnerables al clima nueve albergan una misión de las Naciones Unidas sobre el
terreno, como la República Centroafricana, la República Democrática del Congo,
Sudán, Sudán del Sur, Afganistán, Somalia, Mali, Haití y Yemen.
Por otro lado, nuestro México que a pesar de no emprender un conflicto bélico si
emprende una depredación sobre los ecosistemas a causas del crimen
organizado, malas gestiones gubernamentales y al negocio que representa la
explotación del medio como las masivas deforestaciones clandestinas que van
ligadas también a este intenso calor que estamos soportando.
El punto importante en todo esto es que no puede haber paz sin desarrollo
sostenible y no puede haber desarrollo sostenible sin paz. Es así de sencillo. La
paz solo puede mantenerse si los bosques, suelos y ríos, de los que dependen las
comunidades, son protegidos y manejados de manera sostenible.
Se requieren acciones políticas audaces: debemos redoblar nuestros esfuerzos no
solo en mitigación y adaptación sino también en soluciones basadas en la
naturaleza que incluyan conservar bosques intactos, humedales, arrecifes y otros
ecosistemas que le suministran aire y agua limpios a la humanidad.
El cambio climático está mermando nuestros recursos naturales, afectando a la
cohesión social e impulsando los conflictos. En los últimos años, por ejemplo,
hemos visto cómo la alteración de las rutas de trashumancia debido a los cambios
en los patrones climáticos estacionales exacerba la tensión y el conflicto entre
ganaderos y agricultores.
Por lo anterior valdría la pena invertir en la capacidad de las operaciones de paz
para prever y abordar los vínculos entre el cambio climático, la paz y la seguridad.
Así mismo reforzar los beneficios mutuos de la acción por el clima y el trabajo en
favor de la paz y la seguridad de manera local, nacional e internacional. De igual
manera no convertirse en una causa más del cambio climático, mientras muchos
trabajan para mitigar de forma más proactiva este fenómeno, no podemos ser
parte del conflicto.
Estamos en un momento en la historia en el que el mundo corre el riesgo de
dividirse en bloques que compiten por poder y supremacía entre ellos, en lugar de
cooperar ante los desafíos sin precedentes y las amenazas existenciales que
todos enfrentamos. La decisión es tan sencilla, como dramática: unión para
cooperar o hecatombe.
Junto a otros retos transfronterizos que las naciones como la nuestra deben
enfrentar en la medida de nuestro contexto, la degradación medioambiental y la
amplificación de los fenómenos meteorológicos extremos por el cambio
climático están poniendo cada vez más a prueba nuestra capacidad para cumplir
un verdadero estado de derecho y la normativa ambiental sugerida por la ONU y el
consejo de seguridad.