jueves, diciembre 26, 2024
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La mujer frente a celebraciones internacionales, desigualdad y violencia

Guadalupe Yamin Rocha

Maestra en Cooperación al Desarrollo. Directora de la revista Pensamiento Libre y miembro del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública del Estado de México.
@lupitayamin, yammine5@gmail.com

«La mujer es la compañera del hombre, dotada con la misma capacidad mental. Si por fuerza se entiende poder moral, entonces, la mujer es infinitamente superior al hombre. Si la no violencia es la ley de nuestro ser el futuro está con las mujeres…».         Mahatma Gandhi.
l domingo 8 de marzo, México, y quizá muchos países más, despertó con una oleada de felicitaciones en redes sociales de y hacia las mujeres. Llovieron felicitaciones por el hecho de ser mujer y se leían frases como «las mujeres todo lo podemos». Por otro lado, también leí reclamos de hombres pidiendo tener su día y afirmando que «eso de la igualdad y los derechos de la mujer es una tontería». Ambas posturas distan mucho de tener un remoto acercamiento con la verdad.
Quiero comenzar por aclarar que no es el «Día de la Mujer», sino el «Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional», mismo que fue proclamado y adoptado por las Naciones Unidas producto de una resolución en el año de 1975. Este puede considerarse el resultado de una lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras que inició el 28 de febrero de 1909 cuando el Partido Socialista de los Estado Unidos de América celebró el primer Día Nacional de la Mujer.
En otras palabras, las celebraciones del 8 de marzo son producto de la lucha de un sinnúmero de mujeres que a lo largo de más de cien años, han puesto sobre la mesa la desigualdad de oportunidades y la violencia que aquejan a este género. Entonces, el 8 de marzo no es un pretexto para estar orgullosas de ser mujeres y felicitarnos unas a otras, se trata de reflexionar por qué este día sigue siendo necesario.
Yo prefiero que este día no tuviera que conmemorarse, pues eso significaría que las mujeres, como grupo, ya no somos víctimas de la violencia y la falta de oportunidades y que se ha logrado romper el techo de cristal.
Según datos de la ONU, en el mundo existen 4.5 millones de personas que son explotadas sexualmente, de las cuales 98 por ciento son mujeres y niñas. Una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física y sexual, en la mayoría de los casos de su pareja. Las mujeres ganan de 10 a 30 por ciento menos que los hombres por el mismo trabajo.
Las mujeres representan únicamente el 20 por ciento de los parlamentos en el mundo. Sus estudios, también arrojan, que si todas las niñas terminaran la primaria en África subsahriana y en oeste asiático, el número de niñas casadas antes de los 15 años caería en un 14 por ciento, y si terminaran la secundaria esta cifra disminuiría en 64 por ciento.      Pero África y Asia están muy lejos de México. Entonces, para muchas personas, estos problemas, también están muy lejos. Sin embargo, todo esto también sucede en México donde cientos de niñas indígenas son vendidas en Chiapas y Oaxaca, bien para casarse, ser explotadas sexualmente o para el trabajo doméstico. Esto obedece, sencillamente, a los usos y costumbres de la región. Pero las mujeres de los niveles socioeconómicos más altos también sufren violencia y maltratos por parte de sus parejas. Y también, compran niñas de estados poco desarrollados para que les ayuden en las tareas del hogar.
A punto de que inicie el proceso electoral mediante el que se renovarán ayuntamientos en el Estado de México, es importante poner sobre la mesa la reforma electoral de 2013 mediante la que se impone la proporción 50-50 por ciento de candidatos para todos los partidos políticos.
Esta medida, considerada por algunos como una afrenta a la democracia y un insulto a las mujeres, debe entenderse también como el resultado de la lucha por los derechos políticos de las mujeres.
Desafortunadamente, he escuchado, de personas cercanas, comentarios que hacen referencia a que las mujeres propuestas como candidatas no tienen preparación académica o méritos suficientes para representar a los mexiquenses en el cabildo, la legislatura estatal e incluso el congreso federal. Se dice que muchas mujeres estarán siendo elegidas como candidatas porque «no hubo de otra», «hacían falta mujeres en las planillas», «su único mérito es su atractivo físico» y así muchas otras expresiones que discriminan y lastiman.
A esto, les digo a los partidos políticos que se den a la tarea de buscar mujeres con el perfil adecuado para ocupar cargos de representación popular. Porque, sin duda, habemos muchas. Sin embargo, a las mujeres preparadas y con habilidades nos gusta, en la mayoría de los casos, decir la verdad. Y decir la verdad siendo militante de cualquier partido político en México, incomoda. Entonces, la equidad de género reflejada en la legislación electoral mexicana no es un capricho o una pérdida de tiempo, es un derecho que nos hemos ganado a las que nos gusta definirnos como «feministas».
A manera de conclusión, los invito a reflexionar acerca de las situaciones que he descrito y donde las mujeres, tanto en México como en el mundo, sufren una discriminación directa y violenta.  El primer paso para resolver un problema es reconocer que este existe. Reconozcamos entonces la importancia del Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, y trabajemos todos en la construcción de una ciudad, un estado, un país y un mundo más justos.

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