Tokio.- Antes de volar a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, en 2021, Amalia Pérez dijo en conferencia de prensa que venía a estos Juegos a dar la mejor competencia de su historia y así fue. La historia de la reina dorada en los Paralímpicos es una de triunfos y sueños cumplidos. Desde su debut en Sídney 2000 con una medalla de plata y su actuación idéntica en Atenas 2004, el futuro de Amalia Pérez parecía destinado al podio. Sin embargo, lo de la mexicana, en realidad, siempre ha estado más allá.
Definitorio en su carrera, sin duda, es aquel momento cuando impuso un nuevo récord Paralímpico en Pekín 2008 con 128 kg que la llevaron a levantar el oro en lo más alto de una disciplina que, si algo requiere, es la gallardía de sostener al mundo entero si es necesario.
Para Londres 2012, Pérez demostró que el tiempo no se basa en una cuestión lineal de principio a fin, sino que más bien el pasado se vuelve una especie de aprendizaje que vuelve una y otra vez para dejar de sí lo mejor. Así fue para la mexicana, quien resplandeció con el oro Paralímpico y marcó un nuevo récord en la categoría de los 60 kg.
Pérez llegó a Río 2016 sabiéndose la mujer más importante en la halterofilia Paralímpica. Aquellos Juegos, precisamente, le sirvieron para afianzar el poder que, desde los 18 años, ha ido construyendo sobre sí misma y sobre su cuerpo. En Tokio 2020, tras 21 en las competiciones Paralímpicas y con 48 años de edad, la norteamericana se subió al podio por sexta vez y consiguió su cuarto oro. En esta ocasión lo hizo tras levantar 131 kg de peso y las ilusiones de un país entero.
Pérez cargó con las esperanzas de todo México para darle su medalla número 292 y la número 98 de oro, acercando al país a la meta fijada en conseguir los 100 oros durante estos Juegos Paralímpicos. Para la mexicana, esta significó su sexta medalla en la halterofila Paralímpica, sin embargo, lo más importante es que ella nos ha demostrado una y otra vez, por más de 20 años, lo que significa la libertad de soñar.