Cristian Millan
La discusión sobre los jugadores naturalizados en la Selección Mexicana ha vuelto a encenderse tras la posibilidad de que Álvaro Fidalgo vista la camiseta tricolor en el Mundial de 2026. Este tema, que ha dividido opiniones dentro del entorno futbolístico, ha generado posturas firmes por parte de exjugadores y aficionados, quienes debaten entre el mérito deportivo y la identidad nacional.
Luis Hernández, una de las figuras más emblemáticas del fútbol mexicano, ha manifestado su postura sobre el tema. El histórico delantero ha sostenido que la Selección debe priorizar a futbolistas nacidos en México, convencido de que el talento local es suficiente para competir al máximo nivel. Su punto de vista ha reavivado la conversación sobre el rumbo que debe tomar el equipo en los próximos años.
Aun así, Hernández ha reconocido que el rendimiento es un factor determinante en el fútbol moderno. Si un jugador naturalizado logra aportar resultados positivos, ha considerado válido que reciba su oportunidad. Esta posición intermedia ha abierto la puerta a un debate más equilibrado, centrado no solo en el origen del futbolista, sino también en su impacto dentro del campo.
La posible convocatoria de Fidalgo ha sido el detonante principal de esta controversia. Su destacada trayectoria con el América y su inminente elegibilidad para representar a México han generado opiniones encontradas. Mientras algunos celebran la llegada de un jugador con su calidad técnica, otros cuestionan si su incorporación resta oportunidades al talento nacional.
El técnico Javier Aguirre se ha convertido en el eje de esta discusión, ya que su decisión definirá la línea que seguirá la Selección rumbo al Mundial. Su filosofía de trabajo, basada en el rendimiento y la disciplina, ha sido vista como una garantía de que la convocatoria se tomará bajo criterios deportivos más que sentimentales.
Otros exjugadores se han sumado al debate, coincidiendo en que el tema de los naturalizados debe manejarse con cuidado y coherencia. Para ellos, lo esencial es que el jugador, sin importar su origen, sienta un compromiso real con la camiseta y represente los valores del país dentro y fuera del campo.
Con este nuevo capítulo, el fútbol mexicano ha vuelto a enfrentarse a una vieja disyuntiva entre identidad y pragmatismo. La figura de Fidalgo se ha convertido en el símbolo de esa dualidad: un futbolista extranjero que ha mostrado amor y entrega por México, pero cuya presencia ha vuelto a poner sobre la mesa un tema que despierta pasión, orgullo y controversia en partes iguales.




