REDACCION
En la banqueta, frente a urgencias del Hospital General de México, el doctor gastroenterólogo jubilado Jorge Carreño Romero narró la cruda historia de lo que vivió el 19 de septiembre de 1985 y rememoró fragmentos de aquel fatídico día.
“Fue una cosa terrible, eran las 7:19 de la mañana, bien lo recuerdo, llegaba al estacionamiento y fue cuando inició el movimiento. En ese momento los que estábamos tratando de salir del estacionamiento no podíamos hacerlo; era tan fuerte como un columpio, llegué a poner las manos en el piso”, recordó.
“Al salir del estacionamiento, lo primero que vimos frente a nosotros era la Torre de Ginecobstetricia. Se columpiaba, iba y venía el edificio, cuando después espantosamente vimos cómo se cuarteaba y derrumbaba verticalmente», dijo mientras hace ademanes a manera del columpio y luego se cubre el rostro.
El terremoto de 1985 causó severos daños a la infraestructura hospitalaria de la Ciudad de México. Entre los edificios más emblemáticos dañados se encontraron el Hospital General de México, en el que la unidad de ginecología y la residencia médica quedaron totalmente destruidas.
En el lugar fallecieron más de 295 personas, entre pacientes, residentes y personal médico, de acuerdo con datos oficiales.
El doctor Carreño Romero dijo que ese día luego del sismo vio sólo una nube de polvo y, junto con otro compañero, trató de salir del hospital arrastrándose para salir por una de las puertas laterales del hospital.
«Esperábamos que cayera el edificio del estacionamiento, sin embargo, lo que cayó después fue el edificio de la residencia médica, ese edificio databa como del año 1966, y era un caos terrible. Jamás habíamos vivido una experiencia tan terrible y ha quedado para siempre en la mente de muchos de nosotros”, señaló.
Añadió que no fue fácil salir del hospital y una vez afuera no mejoró la situación, pero «ya que logramos salir, para donde caminaras era caos, salían los niños descalabrados del Metro, la gente hincada en la calle rezando, todos llenos de tierra, y yo con un dolor en la boca del estómago, el más fuerte que he tenido en mi vida”.
Al recordar ese instante se llevó el dedo índice a la cabeza, como queriendo recordar algo, y de pronto afirmó: “Hay que señalar algo importante, llegó el presidente de la República, en aquél momento, era Miguel de la Madrid, junto con el jefe del Departamento del Distrito Federal, Ramón Aguirre, y estaban pasmados, no sabían qué hacer”.
Indicó que los cuneros estaban en la parte superior de ginecobstetricia y llegaron los de Pemex y los ingenieros y empezaron a ponerle cadenas para moverlos.
Los ojos del doctor se inundaron de lágrimas, suspiró antes de continuar, trató de hablar y dijo: “Entonces la solidaridad de la gente, -¡ay! se me turba la voz después de tantos años (duró segundos tratando de aguantar el llanto y luego con voz cortada y sensible prosiguió) impidió que movieran, que desplazaran esa plataforma, porque empezaron a decirle a gritos al presidente, que ahí había bebés, que no la movieran!»
«En ese momento dio la indicación, de que pararan y quitaron las cadenas, la gente se volcó. Era una montaña de escombros, era una mañana calurosa de septiembre, pero, calurosa inusitadamente», evocó mientras limpia aquellas lágrimas producto del recuerdo de la catástrofe.
El doctor Carreño Romero aseguró que en 1985 vio un México unido, pero no por mucho tiempo, pues también atestiguó el nulo respeto que se tenía en plena tragedia, pues “las primeras horas la solidaridad de la gente fue una cosa extraordinaria, todos éramos uno, todo mundo nos ayudábamos, como sucede en las tragedias, pero después de unas horas vino lo contrario, vino el saqueo».
«Soldados que venían a resguardar la residencia médica se guardaban en las botas las pertenencias que encontraban ahí, joyas, dinero, de los residentes que habían quedado aplastados”, afirmó.
Al mismo tiempo que narraba lo acontecido, parecía que la voz del doctor Carreño Romero se debilitaba y llegaban los sollozos.
Recordó el miedo que atravesaba la ciudad, pues dijo que el rumor de más réplicas los tenía mal: “Yo me desplacé hasta Tlatelolco porque había un compañero ahí, y me tocó la réplica, no era gritar, eran gemidos; era impresionante ver a la gente en la noche andar en sus autos con su familias, porque no se querían regresar a su casa por el miedo”.
Sus recuerdos simplemente terminaron en sollozos: “A tantos años de esa tragedia, recuerdo muertos por todos lados, el parque Delta fue el centro de concentración, fue la morgue, aventaban decenas de cadáveres, después de varios días empezó la hediondez”.
El médico expresó que la tragedia en el hospital no sólo fue el resultado de la naturaleza, ya que los edificios del Juárez que también se cayeron y este edificio de ginecobstetricia, fueron construidos por el mismo arquitecto que trabajaba en la Secretaría de Salud; su nombre, Guillermo Carrillo Arenas.
Expresó que también hubo bastante negligencia dentro del hospital. “El basamento de ginecobstetricia que era un edificio muy bonito, tenía una bomba en el sótano que siempre estaba bombeando el agua que se acumulaba hacia afuera, lo resolvieron a la mexicana con la bomba, evidentemente que eso influyó mucho en lo que ocurrió”, dijo.
Habló de la corrupción en México a pesar de la gran tragedia y dijo que Miguel de la Madrid hizo lo que pudo, porque las tragedias son impredecibles, y la reconstrucción estuvo ligada como todas, como la actual después de los sismos de 2017, a la corrupción.
Por otra parte se refirió a su experiencia en el sismo del 19 de septiembre de 2017 y dijo que lo acontecido fue como una burla de la naturaleza, de que hubiera un terremoto en esa misma fecha; «no creo que en el mundo haya algún país en donde se haya repetido algún terremoto en una misma fecha”, señaló.