domingo, diciembre 22, 2024
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Ifigenia Martínez, mexicana universal comprometida con la educación pública y el empleo

REDACCIÓN

Convencida de que la educación pública y el empleo son los dos principales compromisos del Estado y las claves para un desarrollo armónico, Ifigenia Martínez Hernández, senadora de la República, está segura de que la Cámara Alta es el espacio privilegiado para recoger los sentimientos de la Nación.

Cuando está a punto de recibir la medalla “Sor Juana Inés de la Cruz” que otorga la Cámara de Diputados, la legisladora de Morena, del que es fundadora, define con claridad el reto legislativo que ha de enfrentar en este, su quinto paso por el Congreso: elevar el ingreso de los mexicanos.

Nacida en el Distrito Federal el 16 de junio de 1930, Ifigenia es economista y política (considera a ambas una sola disciplina), ha sido también diplomática, académica, funcionaria pública y figura central de la escena política nacional.

En entrevista con Notimex, revela su admiración por José María Morelos y Pavón, “El Siervo de la Nación” y advierte que la tarea del Legislativo, en la Cuarta Transformación planteada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, consiste en elevar la educación y el ingreso de la gente.

Pero en especial, es fundamental elevar los ingresos del gobierno, para que pueda financiar los proyectos de desarrollo económicos que ayuden a la población a tener empleo y un salario digno, pues sólo así se puede lograr el crecimiento de la Nación.

La senadora que presidió la instalación de la LXIV Legislatura del Senado, por ser la decana de los legisladores, revela una personalidad afable y una gran claridad en sus convicciones.

Reconoce que de joven –y aún hoy en día— le fascinaba la literatura, pero “yo comprendía muy bien que con eso no me iba a ganar la vida”, así que instada por su padre, Jesús Martínez Elizondo, entró a estudiar economía política en la entonces Escuela de Economía de la UNAM, que aún no era Facultad.

“Para mí siempre ha sido muy grato el ambiente de estudios y de tomar clases, compartir con otros compañeros” y pronto, desde el otro lado del escritorio, tendría oportunidad de demostrar también su pasión por la enseñanza.

Ifigenia Martínez Hernández dirigió la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en los tumultuosos tiempos del Movimiento Estudiantil de 1968, época que describe como “dura y difícil”.

“En aquel entonces, los directores de facultades nos reuníamos bajo la rectoría del ingeniero Javier Barros Sierra, que era un hombre dotado de una enorme inteligencia y mucha comprensión y yo creo que todos estábamos alrededor de él”.

Tratábamos de orientar a los muchachos, México debía mostrar una cara de estabilidad y paz para las Olimpiadas, pero “los muchachos no entendían muy bien de estos asuntos” y debíamos armonizar con las demandas de los estudiantes.

Instalada en su oficina del Senado, donde lucen algunas fotos con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el diputado Porfirio Muñoz Ledo y otros personajes de la política nacional, Ifigenia Martínez –quien viste un elegante traje sastre—recuerda que ella se inscribió en Harvard un año después de que el matrimonio llegó allá.

“Me tocó la suerte de entrar a trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), donde ingresé haciendo las tablas de cómputo para los aviones supersónicos”.

E insiste que sí fue suerte “porque yo no entendía nada; nos daban las fórmulas y teníamos que sacar las tablas en los equipos del MIT”, pero con eso, pudo pagar su colegiatura en Harvard, de donde obtuvo el título de maestría, tras aprobar exámenes “dificilísimos”.

Después regresó a México con su esposo (ambos ya con grado en Harvard) y el secretario de Hacienda, Antonio Carrillo Flores, los invitó a trabajar en la representación de México en el Fondo Monetario Internacional.

Durante esa época en Washington, D.C., nacieron sus dos primeras hijas, de un total de 5 que conforman su familia, e ingresó a laborar a la Organización de Estados Americanos.

Recuerda que por esa época era frecuente ver en los periódicos fotos de padres de familia que hacían filas por horas afuera de la Secretaría de Educación Pública para inscribir a sus hijos a la escuela y no todos lo lograban.

“Yo pensé: no es posible que pase eso. Es obligación del Estado dar educación y si es cuestión de dinero, que el Estado ponga el dinero”.

Entonces, escribió algunos artículos sobre el tema en la revista de Investigación Económica de la Escuela Nacional de Economía, que leyó el entonces secretario de Educación, Jaime Torres Bodet, quien la invitó a trabajar con él.

Posteriormente se formó la Comisión para el Mejoramiento y Extensión de la Educación Primaria, en la que participó y que logró, a través del llamado Plan de 11 Años, garantizar que ningún niño del país se quedara sin escuela.

De ahí nació su convicción, que mantiene hasta la fecha, de que la educación es la clave del desarrollo del país y que es el Estado el principal obligado a impartirla y financiarla.

Esta intensa carrera profesional, creció en el Partido Revolucionario Institucional, donde con los años consolidó una amistad con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, con quienes formó la Corriente Democrática, dentro del tricolor.

Lamentablemente –recuerda- los directivos del partido en ese entonces “se enojaron mucho” y nos desconocieron, así que decidimos salir del partido antes de que nos expulsaran.

Después de la elección de 1988, formamos el Partido de la Revolución Democrática, donde “conocí al licenciado López Obrador”, a quien describe como un político perceptivo que siempre entiende muy bien los momentos políticos en los que le toca actuar.

Al término de la gestión de Porfirio Muñoz Ledo al frente del partido, ella, en su calidad de secretaria de Finanzas, le entregó una chequera al nuevo presidente del PRD, que en ese entonces era Andrés Manuel López Obrador, con un saldo de 1 millón 800 mil pesos.

Tiempo después cuando “Los Chuchos” (Jesús Ortega y Jesús Zambrano), tomaron la dirección del partido, ella se retiró, “fui una de las últimas en salir del partido” para fundar Morena.

Desde ahí y ahora otra vez como Senadora, impulsa con entusiasmo un proyecto político que busca recuperar la economía, para que los mexicanos tengan trabajo y salario digno, así como educación de calidad financiada por el Estado.

Con humor, resume sus proyectos profesionales a futuro con una simple frase: “¡Que viva! Mantenerme viva, porque ya me toca irme”, señala entre risas, aunque sabe que a la actual legislatura le falta mucho por avanzar.

Es de las pocas legisladoras que siempre está en las sesiones y en las comisiones donde participa, y aunque de manera festiva explica que eso se debe a que ella es de la Ciudad de México y, a diferencia de otros senadores sus viajes más lejanos son a Coyoacán, se define a sí misma como una mujer responsable, comprometida con un proyecto.

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