domingo, noviembre 24, 2024
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Replican su mural dedicado a Juárez hasta en billetes de lotería

REDACCIÓN

El mural “Juárez, símbolo de la República” que el pintor, grabador y escultor Antonio González Orozco realizó en la Sala de Carruajes del Castillo de Chapultepec en 1972, en ocasión del centenario luctuoso del Benemérito de las Américas, ha sido reproducido 117 millones de veces.

Esa imagen la adoptó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) para reproducirla en 117 millones de ejemplares, distribuidos durante varios años en las primarias de todo el país.

Orgulloso de su obra, González Orozco dijo a Notimex que ya hace 47 años que “Juárez, símbolo de la República” está en el imaginario nacional.

“Todo mundo conoce ese mural, donde Juárez está empuñando una bandera. Se hizo muy reconocido por todos los mexicanos porque muchas generaciones de estudiantes han usado ese libro de historia. Para millones de mexicanos, la imagen de Benito Juárez es esa, la de su libro”, comentó el muralista, quien a la fecha sigue trabajando en su estudio.

Esa imagen comparte espacio con el entrevistado en un billete de la Lotería Nacional; en otro billete se reprodujo un cuadro de él mismo, y en uno más la imagen de Benito Juárez solamente.

“He tenido la fortuna de haber dejado murales en edificios muy importantes de este país, como en el Hospital de Jesús fundado en 1524 por Hernán Cortés, añadió.

Ubicado en 20 de Noviembre y República de El Salvador, en el Centro Histórico, el hospital sigue en funcionamiento, lo que lo hace único en América Latina. Ahí está el mural “La medicina en México”, en el corredor del primer piso, y ha sido muy bien recibido por el público. Al hablar de esa obra de grandes dimensiones, vino la anécdota:

“Ese mural es visitado constantemente por grupos de turistas del Centro Histórico que llegan de la mano de guías autorizados. Cuando lo terminé, no lo firmé y un día domingo que lo fui a ver, uno de esos grupos lo miraba atento. Con voz grave y modulada, el instructor les informó que el mural se debía a Diego Rivera; inmediatamente lo firmé”.

Actualmente, el maestro prepara un mural de tres metros de largo por dos de alto. Tiene ese tamaño, no tan grande, porque es el mismo que tiene el sitio especial donde se va a plasmar. Es encargo de la Universidad Panamericana con el tema del cincuentenario de su Escuela Preparatoria, que se cumplirá el 2 de octubre, día en que se debe inaugurar”.

Ya tiene el boceto principal y lo está pasando a la escala adecuada para que la semana entrante lo comience a pintar en el muro destinado para ese efecto, explicó el egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas en el ocaso de los años 50 cuando conoció a Diego Rivera, quien despertó su interés por el muralismo, razón de su productiva vida.

Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas. En 1960, ya egresado de esa escuela, comprendió que la vocación la traía en las venas. En esos años era imposible vivir del arte plástico y su padre, pintor de talento excepcional, tuvo que hacer trabajos comerciales.

Lo anterior, destacó el artista, porque nadie, en el Chihuahua de mediados del siglo XX o antes, pensaba en tener una obra original en su casa. “En la primera exposición que tuve allá, en 1960, vendí dos cuadros: Uno me lo compró la directora de la escuela y el otro el rector de la universidad local; eso significó que mis obras quedaron en familia”, dijo.

A nadie se le ocurría comprar pintura y recuerda que en casa de antiguos compañeros de la escuela, profesionistas en plena época de juventud y del noviazgo, hacían reuniones en casas particulares. Cierto día, en una residencia grande, con muebles finos, detalles de lujo, enorme jardín y cochera con seis vehículos último modelo, algo llamó su atención.

“En las principales paredes tenía colgadas reproducciones de pinturas que los dueños habían comprado en El Paso, Texas. En esa casa y en otras similares nunca faltaban ‘La última cena” ni “La Mona Lisa”, eso sí, en marcos finamente elaborados; a nadie se le ocurría que podía comprar pinturas originales, que además, no eran tan caras”, subrayó.

En ese entonces recibió un telegrama del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el que se le invitaba a trabajar en el Castillo de Chapultepec porque se había desocupado una plaza de restaurador. “Me vine rápidamente y la tomé. A partir de entonces, trabajé alrededor de 20 años para la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En ese tiempo pintó dos murales en el castillo. En 1957, en ocasión del centenario del Triunfo de la República, pintó la llegada Benito Juárez a la Ciudad de México, mismo que fue inaugurado como inicio de un amplio programa que se desarrolló esa ocasión.

Sacaron la carroza de Benito Juárez, la llevaron a Palacio Nacional y hubo una gran euforia popular en torno a esa festividad, porque se le concedió mucha importancia al retorno de Benito Juárez a la Ciudad de México. “La República restaurada” es el nombre de esa obra mural que data de 1967. El segundo fue cinco años después, en 1972.

Se titula “El año de Juárez”, para conmemorar el centenario del fallecimiento de ese personaje de la historia nacional. “Pinté ese segundo mural en la misma sala de Carruajes Históricos. Fue tomado para reproducirse en muchísimas publicaciones no únicamente impresas, sino en televisión, en el cine y otros medios”, agregó el muralista.

Risueño, coherente y lúcido a pesar de sus casi 86 años de edad, el maestro Antonio González Orozco es autor de obras sobre tela y sobre papel, serigrafías, dibujos, puntas secas, grabados, y una serie de esculturas, que hacen pensar y reflexionar “en torno a la importancia y belleza que proporciona el arte como opción de vida”, de acuerdo con él.

Se considera afortunado por la vida que ha tenido y tiene. Aún, asegura convencido, está dedicado al arte y todavía tiene suficiente impulso para seguir trabajando con todas sus posibilidades físicas y mentales. Pero a veces, el trabajo escasea y la edad le reclama mayores cuidados, tomar precauciones que antes soslayaba y un día a día más en calma.

Sin embargo, “trabajar es retroalimentarme”, dijo, y con esa batería y energía, está por hacer adecuaciones en su casa-estudio para tener un espacio más amplio y cómodo para trabajar, cobijado con la premisa “renovarse o morir”. Con ese espíritu, sigue atendiendo solicitudes como la de la Panamericana, donde dejará algo de su universo mágico.

Autor de una obra llena de encanto y atractivo para gozosa experiencia sensorial de los espectadores, el escultor, grabador y pintor dijo estar convencido de que la nueva Secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto Guerrero, habrá de apoyar todas las manifestaciones culturales y de creación artística, sin modas ni favoritismo alguno.

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