Por Julio A. AGUIRRE
*Los «mártires» del pueblo.
*El mal ejemplo…
*¿La Casa del Pueblo?
AL CUMPLIR los setenta años me he impuesto la siguiente regla de vida. No fumar mientras duermo, no dejar de fumar mientras estoy despierto, y no fumar más que un sólo cigarro a la vez. Mark Twain.
La perorata es, en el político, lo más similar a un cuchillo con doble filo. Los tiempos han cambiado y la sociedad entendido que la lengua te da y al mismo tiempo te quita. Se suponía -y muchos aún lo creen- que el político es un ejemplo para el pueblo. Un personaje probo, un elemento que pone la muestra enseñando y transmitiendo confianza a la ciudadanía.
En algunos -contados- así es, en el resto no.
«Si la burra es parda es porque tenemos los pelos en la mano», reza el viejo refrán.
Existen en la entidad mexiquense denuncias públicas por toneladas respecto a amenazas por parte del crimen organizado. El mal se ha extinguido lo mismo para el comerciante, el empresario, el ciudadano de a pie y por supuesto a los servidores públicos.
Dediquémonos concretamente a estos últimos. Ediles del partido de Morena de Toluca y Valle de Chalco y regidores de Ecatepec, no han solicitado protección especial, ni denunciado formalmente ante las autoridades, por lo que ha quedado el tema en un asunto mediático.
¿Por qué los supuestos blancos del crimen, siendo además autoridades no denuncian a los mandos indicados en la entidad dichas amenazas? Al parecer pecan de valientes -o de mentirosos- y gusta pasar por mártires (en caso de que algo malo suceda, lo que nadie desea).
La fidelidad a su máximo líder y actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador no se demuestra con esos actos de valentía. El propio Ejecutivo Federal es el vivo ejemplo de lo que hacen sus alumnos.
No necesito escoltas porque a mí me protege el pueblo, ha señalado Andrés Manuel y puede que sí; inútil negar el cariño y la popularidad hasta ahora lograda por el político tabasqueño pero no todos son Presidente, no a todos (los de Morena) los quiere y los protege el pueblo, no todos se llaman Andrés Manuel López Obrador. Ojo, lo señalado no significa que el Presidente tenga la razón para actuar como lo hace. Tiene un compromiso y una responsabilidad con el pueblo que lo eligió y debe hacerlo (cuidarse) por ellos.
Eso de meterse en un Oxxo para comprar un café, de detenerse en el camino de sus giras y tomarse un codo puede ser un acto de humildad, aunque para quien escribe resulta una acción irresponsable.
No olviden, pues, que México no requiere de mártires. El país demanda que nuestras autoridades, sin importar cargo y partido que pertenezcan, hagan lo que les corresponden y pongan el ejemplo.
¿Con que cara pides a la sociedad denunciar sí tu no lo haces?
¡QUÉ PADRE!
El que tiene la verdad en el corazón no debe temer jamás que a si lengua le falte fuerza de persuasión. John Ruskin.
Debemos felicitar, al diputado local del Partido Revolucionario Institucional, Juan Maccise Naime por su propuesta de inscribir la leyenda «La Casa del Pueblo» en las dos entradas de acceso a sus instalaciones, y cuyo objetivo es reiterar el carácter de apertura y cercanía del Poder Legislativo con la ciudadanía.
Cabe resaltar que la propuesta fue presentada el 6 de noviembre de 2018 ante el Pleno, y antes de que se enviara a comisiones para su análisis y discusión se sumaron a ella los grupos parlamentarios de Morena, PT, PAN, PES, PVEM y PRD, al coincidir que con una acción así se reafirmará el carácter esencial de todo régimen democrático del acercamiento entre representantes y representados.
Nos extraña que algo tan obvio y justo hasta ahora se esté dando.
Esta iniciativa parece una promesa de campaña, de las pocas que se logran cumplir.
Ahí está el dicho pero falta el hecho. Esto no finaliza con tapizar, si así lo desean, de carteles con la leyenda «La Casa del Pueblo», si a la hora de la verdad las puertas se cerrarán para el «sombre rudo» y «huarachudo».
De otra forma no entiendo los motivos que llevaron, vía carteles y leyendas, a recordar algo que todo mundo conoce: Todo Palacio Legislativo es del Pueblo y quienes lo habitan no son más que inquilinos con un contrato de tres años, descontando a los que se van antes y sin pagar la renta.
Tal vez lloré o tal vez reí/ tal vez gané o tal vez perdí/ ahora sé que frui feliz y si lloré también ame, puedo seguir hasta el final…A mi manerA
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