Por Julio Alejandro AGUIRRE PADILLA
*¿A dónde vamos a parar?
*Cuando hay pa´carne…
*Cuando baja la gasolina…ya quieres vender tu carro.
La salud es la justa medida entre el calor y el frío. Aristóteles.
¿A dónde vamos a parar?, dice el Buki mayor en una de sus composiciones. La misma pregunta que desde la aparición del Covid-19 se hace México y el mundo entero.
Ciertamente en otros países, se dice, van adelantados en el combate a la pandemia más desgraciada vivida en mis no pocos años de vida. Por fin algo creo en los gobiernos actuales: ¡Y falta lo peor!
Sí el gobierno federal tardó en reaccionar frente a lo que estaba sucediendo en otros países, ya es agua estancada, agua que puede ahogarnos a muchos ciudadanos. Si el Covid-19 tardó en llegar a suelo mexiquense la lógica indica que será México el último en que salga de esta.
El país está preparado para hacer frente a la contingencia, señalaban las autoridades una y otra ocasión. Mentira tan grande como grandes son las consecuencias que vivimos los mortales y, insistimos, lo que falta.
Puedo entender que los gobiernos municipal, estatal y federal se den ánimos y lo trasmitan a la sociedad. Es una mentira piadosa o no mentira finalmente. Estaban obligados a ser realistas y hablar con la verdad, cruda pero verdad.
¿Entra en esta situación el optimismo general? ¡Claro que sí! Nadie puede darse por vencido sin presentar esa férrea lucha que nos caracteriza a los mexicanos, sin embargo me mantengo en lo señalado en este espacio. El disimulo sirve lo que un Mejoral para un infectado de Sida, con cáncer, o contagiado por el Covid-19: ¡Sirve de nada!
Pesimista, para nada. Optimista exagerado puede resultar contraproducente.
Realista es el justo medio. Es lo mejor. Un autoelogio de las autoridades es un sonoro madrazo para el pueblo.
¿A dónde vamos a parar? Marco Antonio Solís lo preguntó hace años, y aún no encuentra respuesta; no sabemos, los mexicanos, cuál será el destino presente e inmediato.
O ES JUAN O ES JUANA
Consigue dinero ante todo; la virtud vendrá después. Quinto Horacio Flaco.
El caso es, nuevamente, que a los mexicanos cuando no nos llueve nos graniza. Apenas la baja del crudo nos había dado una leve esperanza con la disminución de la gasolina, cuando tómala barbón, se aparece un invitado indeseable: El Covid-19.
Hasta hace unos días las gasolineras en el Estado de México (y el país entero) estaban congestionadas. Los mexicanos formaban largas filas para llenar el tanque –antes de que vuelva a subir el precio- señalaban algunos.
Dentro de muy poco habrá largas filas pero ¡para vender el auto!
Lo aprendí en mi ciudad de nacimiento, Ramos Arizpe, Coah (recuerden que soy mexiquense de crecimiento). “Cuando el jodido tiene para carne ¡Es vigilia!”
Las medidas y apoyos que ha ofrecido y en la mayoría cumplido, el Gobernador Alfredo del Mazo Maza, lamentablemente no son suficientes. No es fácil sacar adelante a más de 17 millones de habitantes que antes del Covid-19 carecían de mucho, y con la llegada de la Pandemia, prácticamente carecemos de todo.
Toluca, la otrora bella y próspera capital de nuestro Estado hoy parece un pueblo fantasma.
Ciertamente primero la salud, luego lo demás. Pero hay sanos (no contagiados) que están por enfermarse de preocupación, del encierro, del miedo. Negocios que cierran, algunos temporalmente y pronto definitivamente; cientos de miles de desempleados que tienen, sí o sí, que irse a casa y encerrarse.
No todos trabajamos en Gobierno (de los tres niveles) para sobrevivir con el trabajo asegurado y la quincena firme y segura.
La Pandemia llegó y con ella el vandalismo, los asaltos, actos de rapiña, las compras de pánico, el huevo, la tortilla y el arroz, indispensables productos de la canasta básica, por las nubes.
¡Carajo! Hoy es más fácil llenar el tanque de gasolina que llenar la panza de arroz y frijoles.
No, no culpo en esta ocasión a las autoridades de lo que estamos sufriendo; sin embargo hoy más que nunca son esas mismas autoridades las que deben hacer algo. No estoy para dar malos consejos, sin embargo hoy tienen una causa justificada para endeudarse; pedir dinero aunque la deuda externa suba.
Hoy se trataría de una emergencia, de una necesidad y de una obligación; hoy no sería por caprichos o por (pen) dejadas al gusto de unos cuántos.
Total antes del Covid-19 hasta mi nieto de sólo dos años de edad ya estaba endrogado (sin deberla) hasta las manitas, una más no asusta a nadie.
En la salud no se gasta, se invierte recuérdenlo.
Un país enfermo es un país muerto política y socialmente. Un país muerto política y económicamente muerto.
En momentos como este es cuando no estoy del todo de acuerdo con José Alfredo Jiménez. “Dinero maldito que nada vale”. Hay mi “fello”, eran tiempos en los que podías estar pobre, pero sano y seguro. Hoy todo, o casi todo, se soluciona con ese “Bendito Dinero, vales un chingo” pero cuesta (s) mucho tenerlo en el bolsillo.
Tal vez lloré o tal vez reí/ tal vez gané o tal vez perdí/ ahora sé que fui feliz y si lloré también ame, puedo seguir hasta el final…A mi manerA
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