viernes, noviembre 22, 2024
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Alianzas partidistas. Lo que caiga es bueno

POR Norberto HERNÁNDEZ

Cuando países africanos lograron su independencia de inmediato se hacían la pregunta: libres, ¿para qué?, la vida colonial había acabado con todo, saquearon su riqueza, los sometieron como seres humanos, su territorio producía para que comieran otros, los de afuera, ya fueran franceses o ingleses. Nacieron a la libertad sin tener instituciones de gobierno propias, sin saber cómo hacer crecer la economía, sin partidos políticos para ir a las elecciones. En el caso de México vivimos algo parecido a la pregunta de origen: partidos ¿para qué? Tantos años de lucha, de reformas electorales, de creación de órganos autónomos para transparentar las elecciones, de novedosos marcos normativos para garantizar la equidad entre competidores para terminar en alianzas partidistas meramente utilitarias.

Son alianzas que nacen del poder, no de los deseos de tener una mejor democracia; son pactos que, a los ojos de los electores, carecen de legitimidad. Sin bien son legales, por la generosidad del marco normativo, su origen es una negociación cupular. ¿Qué me ofreces para quedarme contigo? Más que aliados se convierten en males necesarios. Me traigo a este para que no se vaya con el otro. Es mejor unirlo que dejarlo libre, no sea que se sume al bloque en mi contra. En el fondo son alianzas del cinismo que insultan al elector. Solo dejan de una sopa, como decía Don Fidel Velázquez, “o se la comen o se quedan sin tragar”. Los únicos que irán al llamado de las urnas por convicción cívica serán los votantes  para después desilusionarse de ver en los cargos de elección popular a personajes impresentables, vividores de la política y saqueadores quincenales de la Hacienda Pública. Algunos se ofenderán por compararlos con Don Fidel, porque se siente de la alta, y prefieran ser identificados con Enrique IV, que siendo protestante se cambió al catolicismo bajo la lógica de “París bien vale una misa”.

No existe democracia sin partidos políticos, pero tampoco existe una mejor democracia si se ofende a los electores con alianzas que parecen más a un reparto de plazas y territorio. No es una protesta en contra de los partidos ni de su derecho a competir; es la existencia de un reclamo ciudadano para que no sigan dando vida a partidos que son negocios familiares, personales o corporativos que lucran con el dinero público, envilecen los cargos públicos y prostituyen las curules legislativas. Así no se construye un mejor país ni se fortalece nuestro sistema de partidos. Son acciones que, a través de la legalidad, corrompen las elecciones al condicionar el voto de los ciudadanos a votar por determinadas alianzas que son un contrasentido.

Lo más lamentable es que estas prácticas son un llamado al abstencionismo. No existe un atractivo para el elector para acudir con entusiasmo a las casillas a ejercer su sufragio. Ninguno de los convocados ha contestado las razones para aliarse con determinado partido. Evaden la respuesta, saben que es una medida vergonzante, pero se aguantan la pena. Total ya pasará la jornada electoral y cada quien con su cada cual. Y entonces sí, conoceremos los argumentos de sus alianzas. Si el resultado es negativo dirán que ellos no estuvieron de acuerdo con la medida asumida por su partido, que alzaron la voz para protestar, pero se impuso la dirigencia nacional.

A nivel de los procesos locales, las alianzas federales tienen un mayor costo electoral. ¿Cómo decir la diferencia a los votantes que una cosa es el partido en lo federal y otro en el municipio o en el distrito electoral local? Los candidatos a presidentes municipales tendrán que cargar con los aspirantes designados en los distritos federales. Estos candidatos terminan por ser un lastre y llegan a ser más peligrosos que la oposición. Más cuando los convenios firmados incluyen distritos donde se tienen amplias posibilidades de ganar. Se dejan fuera los distritos de sacrificio, donde van por la mayor cantidad de votos, pero sin posibilidades de obtener el triunfo. Esos distritos solo sirven para sumar votos y acceder a las curules de representación proporcional.  Bajo este sistema veremos otra vez caras conocidas, pero no por sus hechos. ¡Otra vez ese cuate! ¡Qué no hay otro! Eso sí, siempre agradecido: ¡Doy gracias a los electores por su preferencia, cuenten conmigo porque esta vez no les voy a fallar! ¿Y cuándo voté por ti? Termina preguntando el ciudadano.

Eso también es herencia de nuestro generoso sistema electoral, donde hay campeones de la representación proporcional. Nunca ganan, pero tienen las relaciones y la habilidad para colarse donde hay. Sorprendentemente, hay militantes de los partidos que lo suyo, lo suyo, es ser plurinominal. Conozco varios. Este es otro de los recursos que son un abuso de los partidos que integran nuestro sistema electoral. ¡El colmo es que existe la reelección de legisladores plurinominales!

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