martes, noviembre 26, 2024
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Arte contemporáneo – Visualidad Expandida

POR Yuritzi BECERRIL-TINOCO

Frenología: La localización cerebral del sentido del arte.

¿Existe un lugar en donde podamos ubicar las emociones? Ahora que se han mostrado argumentos sobre la unificación de nuestras entidades materiales e inmateriales y la importancia del sistema nervioso en la transmisión sensorial podríamos preguntarnos qué papel desempeña el cerebro en estas operaciones. En una definición de uso común de la RAE el cerebro es “una masa de 1,4 kg compuesta por grasas y tejidos gelatinosos”. Se ha convenido que esta masa gelatinosa compuesta por dos hemisferios es un complejo centro nervioso situado en la parte anterior y superior de la cavidad craneal, es la parte más voluminosa del encéfalo y se ocupa de las funciones cognitivas, emotivas y del control de actividades vitales como el sueño o el hambre.

Algunas teorías proponen que cada hemisferio está orientado a una función particular, bajo esta perspectiva en el lado izquierdo estarían localizadas las funciones del habla, las matemáticas, la lógica, el lenguaje escrito, la memoria y el razonamiento; por el contrario, el lado derecho se ocuparía de las funciones sensibles, la imaginación, la creatividad, la intuición, el “sentido” del arte, o el “sentido” musical. Esta propuesta teórica se conoce como “localización de la función”, la cual nos remite a la Frenología que en la definición de la RAE es una “antigua doctrina psicológica según la cual las facultades psíquicas están localizadas en zonas precisas del cerebro y en correspondencia con los relieves del cráneo cuyo examen permitiría reconocer el carácter y aptitudes de la persona”. Lynn Segal nos dice que Frenólogos como Redfield trazaron la cartografía de centenares de funciones. Este gran “descubrimiento” daba pistas sobre la disposición de una persona a adoptar ciertas actitudes o emociones sobre otras. De acuerdo con Segal, la cartografía de Redfield contemplaba al menos “ciento ochenta y seis funciones localizadas en el cerebro. Por ejemplo, el área 149 era la localización de la función “republicanismo”, el 148 la del “amor fiel”, el 149 A la de la “responsabilidad””. Siguiendo ésta lógica, había una estructura craneal que mostraba disposición al intelecto (curiosamente la caucásica) frente a otras más torpes -según esta teoría- (raza negra o indígena). Argumentos bastante cuestionados actualmente. Sin embargo, esta herramienta se proponía de gran utilidad en la explicación de las emociones asociadas a inclinaciones ideológicas como el capitalismo o el comunismo.

¿Cartografiar las emociones?

La fórmula propuesta por los frenólogos, aunque ya superada, dejó una herencia bastante arraigada. Por esta razón siguen vigentes ciertas teorías orientadas a mapear o cartografiar las emociones. En una de las tan expandidas teorías, las emociones como el amor o felicidad estarían localizadas en el pecho, la zona más cercana al corazón. Una premisa como esta nos podría llevar a establecer una relación entre la belleza-estética de una obra artística y la felicidad. Hay estudios que muestran que una obra bella estimula cierta química corporal relacionada con la felicidad, por ejemplo el incremento de los latidos del corazón, ¿Será?

Estas teorías podrían ser ampliamente aplaudidas por los cardiocentristas quienes se disputan la primacía del corazón como la sede no solo de las emociones sino de toda actividad mental, contra los cefalocentristas quienes proclaman al cerebro como la sede primaria de estos procesos. No se puede decir con certeza si alguna de las dos propuestas tiene la verdad, lo cierto es que el cerebro tiene cierta hegemonía. Las revistas y sitios del corazón son los receptáculos de las emociones y el símbolo de éste órgano <3 es la representación más aceptada para expresar el amor, todas sus derivaciones semánticas y sus opuestos.

Por su parte, las teorías de la desublimación del arte desmentirían los supuestos que asocian la apreciación estética a una función neuronal. Sin embargo cabría preguntarse si el arte está destinado a producir emociones o pensamientos. El arte contemporáneo se ubicaría en esta segunda apuesta: el arte no solo sirve para sentir, sino, sobre todo para pensar.

 

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