POR Yuritzi BECERRIL
El cuerpo dramatizado. Gestualidades del dolor para entender el síntoma y lo sublime.
Didi-Huberman escribe desde las iconografías del dolor y su relación con formas de producción sublimadas. A lo largo de su obra observa la gestualidad del dolor y la pena, como el grito “expresión natural del dolor en el cuerpo” o las pulsiones del cuerpo no dominadas. El historiador explora dos caminos para entender la construcción simbólica de éste: la sublimación y el síntoma. El arte griego, por ejemplo, asumió de forma dialéctica la relación entre belleza (sublimación) y dolor (síntoma). La figura del Laocoonte representa un ejemplo claro de este camino dual. Laocoonte conmovido por la pena frente a la muerte de sus hijos y en reacción inminente frente a la picadura de la serpiente, se desgarra, exhibe el dolor en cada músculo y tendón del cuerpo, mientras mantiene impecable ecuanimidad en el rostro. La expresión salvaje del grito queda cancelada para conservar la imagen sublime de la belleza.
En los años setenta, diferentes estudios filosóficos y del arte se interesaron por estudiar la mente y el inconsciente desde la perspectiva freudiana, en este sentido destaca la propuesta de Lyotard para plantear interrogaciones -en el marco del psicoanálisis del arte- respecto a la producción artística considerada como economía libidinal. El concepto de sublimación sirvió como referente para desarrollar este planteamiento.
El trabajo de Didi-Huberman iría en otro sentido. De acuerdo con el historiador, las imágenes viven una suerte de dialéctica temporal (Walter Benjamin) de migraciones y sobrevivencias (Aby Warburg), son muchas veces los restos del dolor humano. El Hospital de la Salpêtrière es en esta lógica un receptorio de duelos y sufrimientos, de síntomas contenidos y emociones que estallan. En ese lugar, nos dice, se puede observar “la terrible feminidad de la histeria”. A este mundo de imágenes descompuestas y retorcidas que son el rostro del dolor, y que Didi-Huberman pudo observar siguiendo el psicoanálisis freudiano, las llamó “la región baja del síntoma”.
Este planteamiento teórico lo llevó a trabajar sobre las formas del pathos en Goya, a acentuar analíticamente “esas bocas abiertas y al mismo tiempo cerradas […] esos gritos cubiertos de pintura viscosa, […], esos cuerpos entrelazados que se debaten con impotencia y furor”.
Sublimación y síntoma, arte y enfermedad son un punto de partida para trazar rutas de análisis. Considerando esta raíz Didi-Huberman sugiere que “la sublimación introduce un numero de formas que aparecen con la flotación de los conflictos, mientras que el síntoma entrega un numero de formas que aparecen con la crispación de los conflictos (este modelo de contracción es el modelo de la histeria)”. Mas adelante sugiere relacionar al síntoma con el símbolo a modo de conservar la sublimación.
Finalmente el historiador del arte, advierte que no puede haber un modelo de análisis lineal que impida las torceduras de la historia. Cada aproximación depende de marcos de inteligibilidad, exige una toma de posición, en cada momento y en cada palabra “en ese campo de batallas simbólicas que llamamos cultura, […] el terreno predilecto de esta economía libidinal llamada sumblimación”.