Por HUGO MAURICIO GARCIA
IMPERTURBABILIDAD
Tenemos la imagen de que un líder es una persona incansable, líderes que no se detienen, no se cansan, personas dotadas físicamente de una energía inagotable, trabajan sin parar, capaces de no dormir en bien de su propio liderazgo.
Muchas son los libros y películas que retratan a este tipo de personajes como arquetipos a seguir si queremos llegar a ser un líder.
Estas historias también retratan como en instante de inspiración, deciden tomar alguna decisión que cambia el rumbo de su liderazgo, para seguir frenéticamente liderando a su rebaño, eso solo pasa en las películas.
Un verdadero líder sabe la importancia que significa el mantenerse, estable, relajado y tranquilo, como un arma para tomar mejores decisiones y mantener un nivel de energía adecuada para utilizarla cuando sea necesario y no quemarla en vanos castillos.
La imperturbabilidad, es quizá el más alto valor de un Líder, es una fortaleza que le permite al líder no alterarse, trastornarse, inquietarse o intranquilizarse ante circunstancias desconocidas, aquel que no se perturba, puede tomar mejores decisiones, se recoge en su ser y lo abre con humildad para recibir la guía de su más alto yo.
Señor, le preguntaron a Buda:¿Cómo puedes mantenerte tan sereno ante los insultos?
Y el Buda repuso:
Ellos me insultan, ciertamente, pero yo no recojo el insulto.
Aquel que no se perturba, tiene miedo, ya que es una emoción innata a nuestra naturaleza, sabe que el riesgo existe, pero el único camino para enfrentarlo es la paz del espíritu para tomar el mejor camino, la mejor decisión.
El enemigo natural de la imperturbabilidad es la ira y el remedio para la ira es la paciencia, la ira es la emoción de aquel que quiere controlar todo, la paciencia es la herramienta del que sabe que nada, excepto sus decisiones, están bajo su control.
Sin ira no habría aprendizaje para la paciencia, sin paciencia no hay serenidad, sin serenidad no hay decisión guida, sin decisiones guiadas rechazamos nuestra divinidad.
Un líder sabe que, solo serenando el espíritu, puede guiar a aquellos que le confían su vida.
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Abrazos, ¡todos!