SÍNTOMAS DE UNA DÉBIL DEMOCRACIA
De la jornada electoral del domingo pasado, todos, absolutamente todos, tenemos algo que analizar y aprender; seguro estoy de que más de una, dos o tres cosas. Sin embargo, también creo, que la conclusión general a la cual podemos llegar a pocas horas de haber terminado la jornada electoral, es que nuestra democracia aún es muy débil: varios elementos así lo reflejan.
Antes de continuar, creo que es necesario, subrayar que quién ganó – la maestra Delfina Gómez – lo hizo bien y es una justa vencedora. Dicho lo anterior, creo también que a excepción del PVEM y el PT, hoy el resto de los partidos políticos deben estar preocupados por los resultados obtenidos, y en ese sentido, sobre todo ocupados; con la mirada puesta en el 2024. Resulta difícil creer que ellos – reitero, a excepción del PT y el PVEM – están satisfechos con los resultados obtenidos: ni MORENA es tan grande y avasallador como se creía, ni los partidos tradicionales pueden celebrar el hecho de que su derrota no haya sido por un margen tan amplio. Por su parte, resulta ridícula cualquier postura de Movimiento Ciudadano, un partido que dio la espalda a la ciudadanía, especialmente a aquellos (un chingo) que no se sintieron identificados con ninguna de las dos opciones que se tenían; lo cual naturalmente, podemos pensar, que repercutió en la muy baja participación de los mexiquenses. Y es precisamente en los dos puntos anteriores, donde veo los primeros elementos que evidencian la debilidad de nuestra democracia: por un lado un partido que olvida que la principal función de los partidos políticos dentro de una democracia es competir, y por otro, un electorado que no sale a votar; donde únicamente 1 de cada 2 optó por ejercer su derecho. De ello, se desprende el poder afirmar que aproximadamente solo 1 de 4 mexiquenses votó por la próxima gobernadora, y ello irrefutablemente se vincula con la presunta falta de legitimidad, la cual no carece de importancia al momento de ejercer gobierno. Incluso, me atrevo a señalar, que la falta de participación electoral por sí misma abona a la complicación de otros procesos democráticos como la transparencia y la rendición de cuentas. Pues, para los gobernantes puede ser lógico pensar que una ciudadanía que no sale a votar mucho menos se va a tomar el tiempo de analizar los resultados de la gestión pública.
A lo ya señalado quiero añadir el objetivo de generar desinformación de manera intencionada. La evidencia más clara de ello, y sobre todo lamentable, es que, a prácticamente nada de haberse cerrado las casillas, ambas candidatas salieron a autoproclamarse ganadoras. Hoy día, resulta muy complicado pensar que en verdad tenían ambas elementos para hacerlo; hoy que tenemos cualquier información, literalmente, en la palma de nuestras manos. En un sentido similar, debemos también cuestionar a las empresas demoscópicas y a las diversas encuestas, pues es inútil también creer que la desinformación generada por estas no fue de manera intencional. Como politólogo soy de los primeros en afirmar que las encuestas no deben ser vistas como ejercicios de predicción, sin embargo, también estoy seguro de que estas, cuando están hechas de manera profesional y bajo criterios científicos (estadísticos) resulta imposible que estén tan alejadas de la realidad. En ese sentido, la mayoría (no todas) de las casas encuestadoras que trabajaron durante este proceso electoral, no lo hicieron con bases sólidas de profesionalismo; la cuestión es clara: o no lo hicieron bajo los mínimo criterios de cientificidad, o bien su intención era todo, excepto reflejar la realidad. Muchas de ellas lograron su objetivo: desinformar.
Son los anteriores, algunos de los muchísimos elementos que se deben poner en la lupa. Los partidos tienen una importante tarea: analizar de manera retrospectiva para actuar paralelamente rumbo al 2024. Desde las universidades y la academia, hay muchísimos fenómenos por estudiar, ejemplo de ello, puede ser el voto desde las prisiones. Medios de comunicación y analistas deberán seguir afinando la mirada sobre aquello que resulta más relevante de un proceso electoral, sobre todo, en uno como el que acabamos de vivir, en donde a pesar de que las candidatas no mostraron antagonismo ideológico ni programático, se vislumbró tanta polarización, misma que por sus características, resulta justo afirmar, que no es más que una polarización de tipo afectivo, la cual perjudica terriblemente a nuestro sistema democrático. Por último, los ciudadanos, también tenemos mucha tarea, tarea que podemos resumir, consiste en saber cuál es el país que queremos y cómo le vamos a hacer para que en el 2024 nos podamos sentir representados por la oferta electoral que se presente.
Así, resulta evidente que todos hemos quedado a deber en este proceso electoral; sin embargo, si a alguien hay que reconocerle su ardua labor, es tanto a las autoridades electorales como a los ciudadanos que participaron como funcionarios de casilla, a ellos mi total reconocimiento.
Concluyo: más allá de filias y fobias políticas, tenemos todos una responsabilidad y una gran deuda con nuestra democracia, es urgente nuestra profunda reflexión.