Por Jesús Roberto Acosta Martínez
Vivimos en tiempos políticos muy complicados, en donde la “política” para la
mayoría de las personas es sinónimo de corrupción, y es misión de todos los que
participamos en el sector público, cambiar esa percepción de la gente. Porque la
política debe de ser maravillosa y generosa, porque te permite cambiar la vida de
otra persona, te permite ser recordado por las cosas buenas que hiciste.
¿Pero cómo lo vamos a lograr? Recuperando lo más importante, que es el núcleo
familiar y los valores universales. Para ser un buen servidor público se necesita ser
empático con la sociedad, pero, sobre todo, actuar con rectitud y transparencia,
honrar el cargo que se ha conferido. En este sentido, los jóvenes tenemos un papel
fundamental, porque nosotros somos los que vamos a heredar las cosas buenas, o
las cosas malas que han hecho los gobernantes.
Hoy más que nunca nuestro País, nuestro Estado y nuestro municipio nos reclama
la modificación de nuestro actuar, de cuidar del medio ambiente, de ser honestos,
de trabajar por un bien común, que es por la sociedad.
Decía Platón en la República, que “El mejor político es aquel que no quiere serlo”
Me atrevo a escribir que hoy es el tiempo de reinventarnos, es el tiempo de
ciudadanos con principios y valores que realmente quieran dignificar la política,
que prediquen con el ejemplo de la verdad y de la justicia, pero, sobre todo, que
quieran dejar un buen legado a las futuras generaciones.