TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN ECOLOGÍCA
La Ecología integral y la Teología de la Liberación tienen algo en común: ambas
parten de un grito. La Ecología del grito de la Tierra, de los seres vivos, de los
ecosistemas agredidos por el tipo de crecimiento material ilimitado que no respeta
los recursos limitados de la Tierra.
La Teología de la Liberación nació al escuchar el grito de los pobres económicos,
de las clases explotadas, de las culturas humilladas, de los negros discriminados,
de las mujeres oprimidas por la cultura patriarcal, de los LGBT y portadores de
necesidades especiales. Todos gritan por liberación. De esta escucha nacieron las
distintas tendencias de la Teología de la Liberación: la feminista, la indígena, la
negra, la histórica entre otras. En todas ellas el respectivo oprimido es siempre el
sujeto y protagonista principal de su correspondiente liberación.
Dentro de la categoría pobre debe ser incluido el Gran Pobre que es la Tierra,
pues al decir desde una encíclica ecológica nunca hemos maltratado y herido a la
Madre Tierra como en los dos últimos siglos. Por lo tanto, no fue por factores
extrínsecos que la Teología de la Liberación incorporó el discurso ecológico, sino
que la deriva de su propia lógica interna que da centralidad al pobre y al oprimido.
Según el antiguo mito del cuidado que adquirió su mejor elaboración filosófica con
Martin Heidegger en Ser y Tiempo, el cuidado pertenece a la esencia del ser
humano. Según el mito, el cuidado viene primero, pues significa el presupuesto
que debe existir para que cualquier ser pueda irrumpir en la existencia. Sin
cuidado ningún ser emerge ni se mantiene en la existencia. Languidece y muere.
También quedó muy claro que el modo de producción capitalista es el causante
del grito de la Tierra y del grito del pobre. Si queremos la liberación de ambos,
necesitamos superar históricamente este sistema. Aquí se trata de contraponer
otro modo de habitar la Casa Común, que sea amigable con la Tierra y liberador.
Recordemos el paradigma del mundo moderno, que es el poder como dominación
sobre todo y sobre todos, alcanzó su máxima expresión en la cultura del capital,
generador de desigualdades: una injusticia social y otra ecológica. Es
individualista, competitivo y excluyente. Debemos, entonces, contraponerle otro
paradigma. Este será el cuidado. Más que una virtud, el cuidado comparece como
un nuevo paradigma de relación con la naturaleza y con la Tierra: no agresivo,
amigo de la vida y respetuoso con los demás seres. Si el paradigma dominante es
de puño cerrado para someter, el del cuidado es de la mano extendida para
entrelazarse con otras manos y proteger la naturaleza y la Tierra.
En este sentido y a manera de reflexión que para realizar esta diligencia la Eco-
teología de la Liberación ha tenido que dialogar y aprender con los nuevos
saberes de las ciencias de la Tierra y de la vida. Especialmente está llamada a
contribuir con los valores del respeto, de la veneración y del cuidado, propios de la
fe, valores fundamentales para una ecología integral.
Finalmente, una Eco-teología de la Liberación testimonia, contra todas las
amenazas, la esperanza de que “Dios, el soberano amante de la vida” no permitirá
que nuestra humanidad, un día asumido por el Verbo de la vida, vaya a
desaparecer de la faz de la Tierra.