EL LLANTO DE LA TORTUGA
“…Ese sentimiento que estamos padeciendo todos de alguien que llegó a pensar que era dueño de México, y de nuestras libertades. ¿Cómo se atrevió este desgraciado Presidente?… No sabía que había hombres y mujeres libres…”
Diputado Santiago Creel Miranda al registrarse como aspirante presidencial por el Frente Amplio por México.
Existe el mito de que al desovar, las tortugas marinas lloran porque saben que jamás verán a sus crías, pero lo cierto es que al derramar sus lágrimas, expulsan a través de sus glándulas lacrimales el exceso de sal que han ingerido a través del agua de mar; este acto les ayuda además a proteger los ojos de la arena y a mantenerlos hidratados evitando que se sequen durante las horas que tardan en hacer su nido para depositar sus huevos.
Es notorio que distintas especies del reino animal -al que pertenecemos-, emiten lágrimas, como los elefantes, cocodrilos, perros o delfines, aunque por diversas razones, la mayoría de ellas de orden fisiológico.
Nuestra clase política parece ser de esas especies que además, lloran en público cuando les conviene, cuando manipulan, cuando necesitan credibilidad sin percibir el sentido del ridículo. Y lo hacen porque saben que de alguna manera nos hemos acostumbrado a sus falacias, a sus diatribas y a sus lamentables capacidades histriónicas.
Santiago Creel Miranda, Presidente de la Cámara de Diputados de la LXV Legislatura, y aspirante a la candidatura presidencial por el Frente Amplio por México, al momento de su registro como aspirante pronunció un discurso que pretendió ser emotivo, con lágrimas incluidas, pero que le generó burlas y críticas, tanto en redes sociales como en los medios nacionales e internacionales.
No cabe duda, cuando parece que el descrédito y las ansias de poder de nuestros políticos es insuperable, siempre encuentran la manera de sorprendernos. El lamentable histrionismo de Creel Miranda nos coloca en un dilema: los votantes no sabemos si reír o también llorar.
Cuando las frases provocadoras ya no funcionan, y las canciones pegajosas o discursos inspiradores ya no consiguen votos, hay quienes van más allá y toman riesgos que suponen necesarios para tratar de rescatar un poco de la credibilidad perdida. Hay quienes se visten con atuendos indígenas, se inventan historias de vida, o se comen alimentos que en su vida habían imaginado. Hay quienes insultan, se burlan, amenazan, gritan, usan desplantes, ofenden, profesan otra religión, y hasta son capaces de ponerse collares de limones… A Creel se le ocurrió llorar, ¿y qué?
En ocasiones, nuestros políticos se pasan de violentos rebajando el debate a niveles lamentables. Unos pecan de ingeniosos, otros de agresividad, pero en general la mayoría parece estar dispuesta a llegar a donde sea necesario para arañar algo de lo que carecen: la confianza ciudadana.
El sistema político mexicano está hundido en una realidad miserable: la simulación. Es insultante que políticos que han fracasado una y otra vez en su intento por alcanzar el máximo poder, en su afán desesperado ahora nos traten como retrasados mentales; convirtiendo a la política en una práctica espuria, deleznable, manipuladora y arbitraria.
Tal vez no sea casualidad que las glándulas encargadas de segregar las lágrimas salinas de las tortugas se localicen precisamente detrás de los ojos y sean en tamaño bastante mayores que su cerebro. Si observamos bien, muchos de nuestros políticos también son lentos, reptan, tienen su caparazón para protegerse, no ven bien, esconden su cabeza en momentos de apremio, y algunos hasta lloran.
La estructura política es el reflejo de la estructura social y moral de nuestro país. Las bases morales están torcidas y se va perdiendo el respeto y el humanismo. Nos hemos vuelto un país en el que la educación, la decencia y el respeto han perdido terreno. Nuestra clase política ha perdido capacidad imaginativa e inteligencia, y a la sociedad nos ha faltado exigir que eleven el nivel del debate político. Y nos hemos convertido en rehenes de sus ocurrencias perversas.
Y seamos autocríticos, una cuota de responsabilidad corresponde a la ciudadanía, como parte del sistema, como parte de ese grupo que en cada evento es contratada para ir a gritar porras y vítores, como parte de ese estrato que nunca exige, el que vende su voto, el que solo se ríe de las ocurrencias, el que no levanta la voz y el que se queja solo al interior cuando es víctima de la inseguridad o la carestía.
Así las cosas.
RÁPIDAS MEXIQUENSES. Valle de Chalco, Chimalhuacán y Nezahualcóyotl son los municipios mexiquenses que lideran en número de homicidios según el semáforo delictivo del Estado de México. Milenio, publicó que hasta el momento se han registrado 565 casos, y entre los municipios con mayor incidencia delictiva se encuentran además: Ecatepec, Tultitlán, Tlalnepantla, Atizapán de Zaragoza, Cuautitlán Izcalli, Naucalpan y Tecámac.