martes, noviembre 5, 2024
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Entre Comillas · Alberto Abrego

LA LEY MALENA EN CDMX

 

“Los hombres y los niños que cometen actos de violencia contra las mujeres o las niñas no son hombres. Son débiles. Son una vergüenza. Son la definición de manual de un cobarde. Y los que se hacen de la vista gorda u oídos sordos al afirmar que este es un asunto privado, sepan que son cómplices de la violencia”

Amina J. Mohammed, Vicesecretaria General de Naciones Unidas

 

“La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o de riquezas. Mientras continúe, no podremos afirmar que hemos realmente avanzado hacia la igualdad, el desarrollo y la paz”

Kofi Annan, (1938 – 1918) Secretario General de las Naciones Unidas de 1997 a 2006

 

El 9 de septiembre de 2019, en Huajuapan de León, Oaxaca, la saxofonista María Elena Ríos Ruiz fue atacada en su casa con ácido sulfúrico en la cara y en casi todo el cuerpo por órdenes del padre de su exnovio, el empresario y exdiputado Juan Antonio Vera Carrizal que ahora se encuentra en prisión, vinculado a proceso. Juan Antonio Vera Hernández, hijo del acusado y presunto cómplice, se encuentra prófugo de la justicia.

Carmen Sánchez, habitante de Ixtapaluca Estado de México estuvo ocho meses hospitalizada en 2014 luego de que su pareja sentimental Efrén “N”, le lanzara ácido en la cara por haberlo abandonado, pues era víctima de constantes abusos y maltratos; aun habiendo presentado desde 2004 tres denuncias ante las autoridades, las cuales nunca prosperaron. Ocho años después, el agresor es detenido. Carmen es ahora activista y preside una fundación que apoya a mujeres agredidas.

En mayo de 2021 Yazmín Hernández, de la Alcaldía Iztapalapa CDMX denunció que fue atacada con ácido por una mujer cuando regresaba de su trabajo, pero que días antes había sido amenazada por su expareja. Por la agresión, quedó desfigurada del rostro, manos, cuello y piernas. Perdió una oreja y casi un ojo. La denuncia no ha avanzado.

Esmeralda Millán fue atacada con ácido por su expareja en noviembre de 2018, en el estado de Puebla. Martha Ávila sufrió un ataque similar de su yerno, en el Estado de México en el año 2017. Elisa Xolalpa fue atada a un poste y atacada con ácido por su pareja cuando tenía 18 años, a sus 38 años sobrevive con el rostro y cuerpo con secuelas de la agresión. En agosto de 2020 un asaltante roció ácido en el rostro de Gloria Hernández en Querétaro. Las investigaciones “continúan”;

En los últimos años, los ataques con ácido se han vuelto un tipo de violencia cada vez más recurrente. En México, no hay cifras oficiales, pero la Fundación Carmen Sánchez ha registrado 28 víctimas en las últimas dos décadas. Al menos cinco han perdido la vida.

Por ello, este 31 de enero la diputada local Marcela Fuentes presentó ante el Pleno del Poder Legislativo de la Ciudad de México, la iniciativa de la llamada “Ley Malena”, que busca prevenir y castigar hasta con 30 años de cárcel los ataques con ácido contra mujeres. Y como toda iniciativa de Ley oportuna y necesaria, ya se politiza, se critica y se acusa de oportunista.

¿Qué importa cómo se llame? Esta iniciativa merece reconocimiento y aplauso, pero no puede quedarse ahí, el cambio debe empezar desde los hogares, desde el origen de un modelo cultural machista en el que se sigue considerando que “ser muy hombre” es someter a la mujer mediante la violencia.

Es necesario que se apruebe esta Ley, porque hoy en día, el ataque con sustancias corrosivas son delitos sin agravante de género en 25 de los 32 estados del país; y la falta de procedimientos con perspectiva de género para juzgar estos delitos, abonan en la impunidad; prueba de ello es que el 96 por ciento de las denuncias presentadas por estos hechos están impunes, y los delincuentes libres o con penas ridículas, bajo el cobijo de leyes tibias y juzgadores corruptos.

Es hora de que el Poder Legislativo de cada entidad voltee a ver lo que pasa con las mujeres que enfrentan la expresión extrema de la violencia de género. Es hora de que los diputados dejen de ver intereses partidistas; que esos “profetas” de la justicia que en los escenarios denuncian la impunidad y la corrupción, y que fuera de las cámaras la defienden y la justifican, demuestren ahora un poco de sensibilidad y hagan lo propio. Que se olviden de la mecánica de la simulación y la venganza, que den voz y visibilidad a las víctimas de los cobardes que condenan a una mujer a una vida de traumas y sin esperanza.

La catalogada “violencia ácida” no sólo es de cobardes; es obra de tarados, cretinos con complejo de inferioridad, desadaptados sociales y psicópatas. Y peores son quienes al amparo de un estúpido trozo de poder, y por unos cuantos billetes desestiman el sufrimiento y permiten la impunidad.

Mejor tarde que nunca. La Ciudad de México tiene ya la iniciativa de Ley, pero no perdamos de vista que los tres órdenes de gobierno están obligados a redoblar esfuerzos para contener esta ola de violencia criminal creciente hacia mujeres u hombres; niños, jóvenes o viejos.

Desafortunadamente pasarán aún muchos años para vencer la cultura patriarcal en que vivimos, que es mala cuando se traduce en justificar muchas de las formas de violencia.

En pleno Siglo XXI, como sociedad tenemos mucha tarea aún. Y sembremos en las nuevas mentes que la hombría no se mide por la fuerza de los puños.

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