EL PAPEL DE LOS DEBATES ELECTORALES
En la actualidad hay dos principales enfoques a partir de los cuales podemos analizar los debates electorales: el primero de ellos a partir de las teorías de la democracia, el cual, sin lugar a duda, puede resultar mucho más utópico, pero que, al mismo tiempo, es el que, como se pretende, puede aportar mucho más a los regímenes democráticos, como el mexicano.
El segundo es indudablemente, el de la comunicación política, el cual no se centra en lo democrático que resultan los mensajes, sino en lo eficaces que son. Ello sin duda, puede tener gran conexión con la democracia, si estamos frente a una ciudadanía con una cultura política propensa a los mensajes democráticos. Sin embargo, también es cierto que este segundo enfoque, puede incluso llevarnos a lo que ciertos autores definen como trivialización de la política.
Centrándonos de lleno en lo que son o deberíamos esperar de los debates, es de suma importancia tener en cuenta los siguientes puntos:
En primer lugar, la posibilidad de que los debates sean algo inesperado. Inesperado en el sentido de que los o las candidatas no deban conocer de manera previa todo lo concerniente a ellos, sino que tengan la capacidad de enfrentar situaciones, circunstancias e incluso temas desconocidos, que permitan asimismo a los ciudadanos, ver tanto su bagaje de información respecto a los problemas públicos, como su abanico de posibles propuestas reales en caso de encabezar un nuevo gobierno, e incluso ¿por qué no? Su capacidad de gestión de crisis. Ello también a partir de la idea de que en los mítines todo lo tienen programado y sumamente planeado.
En segundo lugar, la importancia de que en verdad existen posturas antagónicas. Ello resulta de natural relevancia, pues sin posturas antagónicas, no hay nada que analizar, que comparar, que contrastar. Debe haber diferencias entre ideologías o por lo menos propuestas de programa y ejecución. Y es precisamente en ello, donde considero han pecado gran parte de los que integran las ofertas políticas, no solo en México sino en el mundo entero. Pues es justo ahí donde parece que son pertinentes expresiones ciudadanas como la famosa: “todos son iguales”. Los partidos políticos y los candidatos están de cierta manera obligados a demostrar que no lo son.
Sin embargo, ahí, es un punto también de fragilidad en países como México donde las posturas ideológicas resultan tan pero tan difusas y abstractas, casi inexistentes.
Respecto al mismo punto, de no mostrar antagonismo ni diferencia en los partidos políticos, es que también podemos mencionar otro fenómeno político actual: la desafección con los partidos tradicionales, así como el buen acogimiento, que han tenido diversos partidos políticos populistas, que no escatiman en ofrecer lo que en Ciencia Política se ha denominado como “superoferta” que no es más que ofrecer mucho más de lo que en realidad se puede o se podría hacer en caso de que el candidato populista llegue al poder.
En un tercer punto es relevante mencionar la posibilidad de deliberación del ciudadano. Ello se debe destacar dado que no son pocas veces en las que se afirma que el ciudadano ya está cargado de prejuicios, información, y sobre todo sentimientos hacia las opciones políticas.
Y es que, si bien es cierto que el ciudadano ya está predispuesto o cargado de cierta información, ello no significa que NO pueda hacer uso de otra información, de otros juicios. Y creo en este punto, que muchas veces sobrestimamos los enfoques que afirman ello, sin dar cabida a la posibilidad de que existan, ya no digamos ciudadanos, sino individuos más racionales.
Si la predisposición hacia candidatos o partidos lo fuera todo, no encontraríamos ejemplos de volteretas en preferencias políticas, cisnes negros, o incluso, voy más allá: ni siquiera de alternancias políticas. Si la predisponían de sentimientos y juicios lo fuera todo, pues tan simple como apagar la luz e irnos, todo estaría perdido.
Por último, quiero mencionar dos fenómenos o conceptos a los que creo que les ha cargado mucha acepción normativa de manera negativa:
El primero de ellos, es el afirmar que en los debates políticos no debería haber mensajes propagandísticos, y es que no hay nada más alejado de la realidad, e incluso no hay razón real para afirmar ello; pues, incluso, hablar de propaganda en su acepción más simple, es hablar de la posibilidad de transmitir ideas; que es precisamente lo que se necesita en un debate. Sin embargo, eso sí, en los debates a diferencia de los mítines, la propaganda no solamente debe ser capaz de llegar del emisor al receptor, sino también una serie de obstáculos, los cuales, en este sentido, sería el adversario político, quien los representaría; y así se regresa a la idea del antagonismo.
El segundo fenómeno al que me quiero referir, que también se le ha dado una carga normativa negativa es referente a los mensajes de personalización y señalamientos individuales.
Y es que resulta lógico y propicio que existan estos, pues el ciudadano lo que quiere es información de quien lo va a gobernar o representar. Pues más allá de que representen a partidos políticos, son los individuos los que conforman a las instituciones. Más ilógico me parece que se le asigne una carga normativa negativa a los señalamientos individuales, cuando precisamente existen regímenes como el nuestro dónde el poder ejecutivo es tan individualista, al no partir de sistemas parlamentarios, y asimismo donde la ideología, reitero, está sumamente escondida.
Así pues, debe quedar claro que los debates nutren a las democracias, y que los ciudadanos sí tienen capacidad de digerir los insumos e información que en estos exista.