POR Norberto Hernández
Esa es una expresión recurrente cuando no existe otra opción. En este escenario se ubicóel proceso electoral llamado intermedio de junio de 2021. La oposición, en su conjunto, se
unió en torno a los grupos de interés que los identifican. En esta ocasión los opositores
hicieron un frente incluyente: partidos políticos, cámaras empresariales, sectores de
clases medias y altas, centros de inteligencia (thinktank) grupos religiosos y todo aquello
que hablara mal del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
No necesariamente esa unión representa una alternativa de desarrollo social, económico,
cultural o alguna esperanza para reducir la desigualdad y la pobreza en el país. Antes
bien, la percepción es que se unieron para proteger los intereses que se han visto
afectados por la llegada de MORENA a la titularidad del Poder Ejecutivo. Es una unión de
todo y de todos para tratar de regresar al pasado inmediato. Es una alianza por la
nostalgia de lo que el viento se llevó.
A pesar de su escandaloso activismo político, en y por todos los medios, su Talón de
Aquiles han sido los cotidianos escándalos de corrupción en los que los principales
promotores del frente son cómplices. Algunos son actores principalísimos, pero se dicen
perseguidos políticos. En más de las veces, cuando exhiben públicamente sus excesos
cometidos en contra del erario público documentados antes de 2018, salen con sus
voceros a decir que el país va al comunismo chavista o castrista; pero, raro, no dicen al
comunismo del presidente ruso, Vladimir Putin.
Nunca han tenido el más mínimo asombro por la desgracia que provocaron en millones de
mexicanos sumidos en la pobreza. Business son business. En sus 35 años de
complicidad pública y privada devastaron al país, fueron más contundentes que cualquier
desastre natural. Dicho sin que sea una exageración periodística, o alguna expresión
novelada, este binomio ha sido considerado el cartel más peligroso que operó en el
territorio nacional. Su portafolio de negocios fue diverso; desde grandes contratos en
PEMEX, la CFE, el manejo de miles de millones de pesos de operaciones provenientes
de las cañerías, el reparto del territorio nacional para la explotación de minas con socios
del extranjero, la asignación de contratos en exceso contrarios al interés nacional
conocidos como leoninos por absurdos y tantos otros actos generadores de riqueza por
vías ilegales.
Esas riquezas que reclaman airadamente el espacio de la impunidad perdido, rebasaron a
los personajes de la obra de Carlos Fuentes, “La región más transparente”. Aliados de la
clase política, hicieron del gobierno un corporativo eficiente, ágil y garante de todo tipo de
negocios. Eran como los llamados científicos del esplendor porfirista, aquellos
saqueadores afrancesados que provocaron que Don Porfirio se polveara la cara para no
verse tan prieto. Por supuesto que su indignación es real, honesta y auténtica; solo que
esta vez son sus víctimas las que protestaron y arrebataron el poder que detentaron por
décadas y por generaciones.
Quisieran, aunque sea, un gobierno parecido al de Miguel Alemán, el cachorro de la
revolución; de perdis, algo como el de Emilio Martínez Manatou, gobernador de
Tamaulipas. ¡A falta de pan, tortillas! Y si eso también es mucho pedir, piden algo cercano
a los gobiernos de Juan Sabines de Chiapas; los Moreira de Coahuila; Fidel Herrera y
Javier Duarte en Veracruz; César Duarte Jaquez de Chihuahua y ya entrados en tratos y
como último recurso, pero no menos importante, al gobierno de Cabeza de Vaca en
Tamaulipas.
A sus plumas intelectuales también los han sometido al escrutinio público. Recibían dinero
de la hacienda nacional, del extranjero y de todo tipo de fideicomisos y contratos por
millones de pesos. Si no podían hablar bien del régimen y del presidente en turno, al
menos no lo hicieran mal, mucho menos en mala leche. Era una operación encubierta de
intelectuales maiceados. Desde luego que están que echan chispas, indignadísimos;
¿cómo hacerles esto? ellos que son hombres de letras e ideas. Todos los días dicen y
escriben lo que quieren, pero ¡AMLO es un dictador!
El 7 de junio amanecimos con otro escenario político, sin duda. Para el equipo del
presidente de la República es el inicio de la sucesión presidencial. Para la oposición en su
conjunto llegó el momento de hacer un balance de su actuación. Se quedan como están o
pasan a la catafixia. Ganaron diputaciones y gubernaturas, pero ya no tienen la utilidad de
antaño. Ya no son cargos para la presión política. Tampoco los diputados federales serán
los negociadores del presupuesto público como solían ser en el tiempo de los moches; de
los recursos etiquetados a estados y municipios condicionados a entregar las obras a
empresas amigas. Perderá vigencia la CONAGO y la alianza federalista será un triste
recuerdo, sobre todo por el caso del gobernador de Tamaulipas, Francisco “N”.