Por: Sandra Chávez Marín
Dicen que la Fe mueve montañas, llena de esperanza. Ese sentimiento que muestra la luz en la oscuridad está presente en nuestras vidas a cada paso, sin importar quién o qué sea la fuente de tal luminaria.
La decisión de poner nuestra confianza plena en aquello que no podemos ver o comprobar, ha mantenido en pie a millones de personas, sobre todo en el contexto espiritual. Profesar una religión representa una de las mayores muestras de convicción, empero, no se limita a este sistema de organización; los diversos contratos sociales también son ejemplo de la certidumbre en las capacidades de los individuos para desempeñar cargos o roles de manera eficiente. El famoso “ver para creer” carece de sentido cuando hacemos referencia a situaciones que se salen de control, tales pueden ser el detonante para levantar la mirada al cielo esperando respuestas.
Algunos tenemos certidumbre en Dios, el apego a un ser superior nos motiva para agradecer todos los días lo que se nos fue otorgado, tanto como lo que nos fue quitado. Aceptamos que los milagros existen, hemos sido testigos de ellos reparando en personas al borde de la muerte lograr salir abantes. Otros depositan esa seguridad en las ciencias, el derecho, las matemáticas, o a la humanidad. Me cuento entre sus filas. Las vacunas también son un salto de esperanza, los tratamientos médicos, la creación de leyes, el sistema de justicia; incluso mirar a las personas altruistas y llenos de amor por los demás nos devuelve el optimismo en la humanidad.
El anhelo de que algo sobrevendrá puede traer grandes decepciones, aún más, esperar que ocurra solo con desearlo, semejante a ansiar se ejecute la ya conocida “Ley de atracción”. En ocasiones no obtenemos lo que queremos por esfuerzo que haya de por medio, es aquí donde la fe toma sentido, si no puedo obtener lo que quiero trabajando duro, o aguardándolo con intensidad, ¿entonces cómo? Pues con ayuda divina, del universo, de la ciencia, de los conocimientos o del Karma. Ahí se encienden las veladoras.
Creer en algo o alguien con la firme convicción de encontrar significado a veces determina el diario proceder. Como la respuesta a ¿qué hay después de la muerte?, cuestión que solo se resuelve dejando de respirar, por lo que, tendremos que creer antes de ver. Así es como nos aferramos al futuro ideal frente a un panorama incierto. Esa perspectiva con miras al descanso eterno, la recompensa por una existencia moralmente bien vivida, nos lleva a seguir los cánones socialmente aceptados para hacernos merecedores del “después de la vida”, la meritocracia de la vida eterna o la reencarnación premiada.
Conjugar esfuerzo, dedicación y deseo es de ayuda para lograr objetivos, pero nunca sobra una oración a la omnipotencia que más nos haga sentir cómodos y devotos, porque tener fe nos hace más humanos y más fuertes frente a situaciones que salen de nuestras manos. Además, a nadie le sobra algo de ayuda divina.
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