Hablando de decisiones
Sandra Chávez Marín
Fecha de Publicación: 25 de octubre 2021
Hoy, deseo narrarles una primera parte sobre la historia de una vida acorde con las decisiones tomadas por la protagonista de la misma.
Hace medio siglo, quizá un poco menos o un poco más, nació en una familia integrada por padre y madre, quién fuera mi ejemplo a seguir, la heroína de una semblanza diferente a la esperada en el común denominador pese al enredo de vida que le envolvía.
En el seno de una familia tradicional de clase media, bajo la tutela de un padre desequilibrado emocionalmente y una madre profundamente enamorada del amor de su vida (misma que soporta agresiones por parte del ser amado de vez en vez), se desarrolla la historia de una pequeña de cabello corto y obscuro, dueña de enormes ojos con forma de plato, una sonrisa amable que a cualquiera conquista y un par de largas piernas.
Transcurren los primeros años de vida bajo el rezago de una madre cariñosa y protectora, cuidadosa de la “niña de sus ojos” y el amor de su padre quien en momentos es dulce y tierno, otros tantos violento como el viento, ese que sopla en febrero, mes para volar papalotes y admirarlos desde tierra anhelando poder tener alas y emprender el vuelo así, justo como ellos.
El primer cambio drástico llega con la muerte de su madre, víctima de un agresivo cáncer y errores médicos a la hora de los diagnósticos por mucho tiempo fallidos.
Al paso de los meses y años no logra recordar mucho de esa primera infancia, tampoco de lo que su pequeño ser reconocía como el abandono de una madre (si bien no fue abandono voluntario, finalmente la dejó para ir a lo que llaman “un mejor lugar”, y si es de esta forma, que egoísmo el suyo de no llevarla y compartir la felicidad de la que fue a gozar); si bien se sentía amada y protegida por su progenitor, la llegada de una guapa mujer para habitar la misma casa y cuidar de ella lo alteró todo. Debía llamarla mamá aunque no lo era, no podía siquiera contradecir las ordenes que le gritaba (todo el tiempo lo hacía) porque una bofetada le limitaba el habla; mientras el padre se encontraba ausente la mayor parte del tiempo como resultado de su trabajo, la pequeña crecía a pasos agigantados, en el seno del infierno que conocía como hogar, aprendiendo a ser madre y nana de sus pequeños hermanos (y como tal, siempre los ha amado); ay de ella, si ante las múltiples indicaciones tuviera un “estoy cansada” o “quiero jugar” como respuesta; una lluvia desmesurada de golpes se cernían sobre su aún frágil figura, generandomoretones que pasaban por tonalidades cambiantes con el paso de los días…de verde a morado y a azul, transitando por el vino y quizá, el rojo vivo; causando la imposibilidad de descansar sobre el lado del cuerpo más afectado a la hora de dormir.
La pregunta con la que cierro el inicio de esta primer parte de la historia, es:
¿Dios es el mismo para todos los seres humanos?
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