Por: Pedro Chuayffet
Una gran porción de los cambios que ha llevado a cabo el gobierno del Presidente López Obrador se han dado en la política de desarrollo social. Desde el 1 de diciembre se ha procurado que los apoyos lleguen de manera más directa a sus beneficiarios y que se incremente el padrón de mexicanos dependientes del asistencialismo con recortes presupuestales en otros rubros para crear nuevos programas sociales. Jóvenes construyendo el futuro, pensión a adultos mayores, sembrando vida, entre otros; son el estandarte de la búsqueda de Estado de Bienestar del nuevo gobierno.
Hay quienes argumentan que la nueva forma de entregar apoyos y dinero a los beneficiarios trae consigo una estrategia político-electoral con el objetivo de mantener o incrementar el apoyo popular del Presidente. Detrás de esta estrategia hay 7 nuevos programas sociales que cuentan con un presupuesto mayor a 190 mil millones de pesos, el equivalente al 3% de los egresos de la federación. Lo que llama la atención es que el número de beneficiarios es mayor al de cualquier otro gobierno, ya que se estima que más de 20 millones de ciudadanos serán parte de los programas de las Secretarias de Estado de esta gestión. Entrando en el terreno de los supuestos, podríamos imaginar que un gran porcentaje de los participantes de estas medidas harán más grande la base de apoyo de MORENA.
Lo que motiva a llamar esta estrategia como clientelista es que la mejor vía para combatir la pobreza es el crecimiento económico y generación de empleo. Ambos son problemas añejos para nuestra nación y no han podido ser resueltos en su totalidad por los últimos 3 Presidentes, sin embargo, el gobierno federal no parece interesado en crear políticas públicas que atiendan esta problemática y reduzcan la desigualdad partiendo de un programa de gobierno que le permita a los mexicanos independizarse de las ayudas del gobierno para salir adelante por medio de un empleo bien pagado. En cambio, la gestión 2018-2024 ha optado por hacer del desempleo un problema secundario y prefiere substituirlo con asistencialismo.
De pensar que estamos ante una maquinaria electoral bien diseñada, hay que añadir a la entrega masiva de apoyos la aplicación de consultas en temas controversiales. Se ha utilizado este mecanismo de decisión ante escenarios polarizados, y ha permitido a AMLO hacer campaña hablando directamente a la nación sobre temas populares. Si se combina la estrategia de comunicación con la de desarrollo social, hay elementos suficientes para entender las formas que el gobierno federal habrá de utilizar para informar sobre sus posturas a la amplia base que generarán los nuevos programas sociales.
Es imperativo subrayar que no habrá reducción en el gran problema de desigualdad sin oportunidades laborales y educativas, si bien los programas asistencialistas pueden beneficiar a millones de familias, no dejan de ser paliativos que no promueven el desarrollo personal de cada mexicano. Si la apuesta Presidencial es la de combatir la pobreza a través de las medidas que están en proceso de ejecución el esfuerzo no llegará al objetivo y permitirá entrever una estrategia de objetivos políticos. Pero si en este primer año se atiende el insuficiente crecimiento económico y el desempleo, podríamos vislumbrar que ambas medidas buscarán la reducción real de la desigualdad.