Por: Pedro Chuayffet
Durante el 2018, participamos con intensidad en la vida política nacional, con motivo de las campañas federales, estatales y locales. Fueron días polarizados donde hubo contraste de ideas y guerra sucia, ciudadanía activa y apatía, búsqueda de respuestas y conformismo, propuestas hechas con diagnósticos precisos y proyectos emanados de estereotipos. La dinámica del proceso electoral del verano pasado despertó a más de un mexicano que ya tiene conciencia de la transición histórica que vivimos. Nuestro rol antes, durante y después del 1 de julio del 2018, es crucial en la conformación de un pueblo que adquiera una nueva voz.
Para ahondar en nuestras responsabilidades cívicas, debemos de ser conscientes en que votar no es lo único que hace una democracia, participar sí. No es suficiente elegir a nuestros gobernantes si no lo acompañamos con exigencia una vez que están en el poder. Tenemos que aportar durante las campañas pero también cuando hayan concluido para ser un pueblo que gobierna a través de sus representantes.
Edificar una ciudadanía real en nuestro país, por medio de la participación social activa y constante traería beneficios nunca antes vistos. Aumentando el escrutinio a las autoridades conseguiríamos más soluciones para el país, forzando propuestas, resultados tangibles y transparencia. Es crucial para la democracia mexicana que tomemos conciencia sobre la relevancia de ejercer nuestro voto, y fortalecerlo a partir de la participación social para demandar cambios. Debemos unirnos en torno a la búsqueda de un mejor país, con mexicanos activos que de manera organizada exijan a los miembros de sus Ayuntamientos vialidades en buen estado, seguridad pública y servicios de calidad. Que demanden a sus legisladores rendición de cuentas, y voto en las cámaras de acuerdo al sentir de su distrito y defensa en todo momento de los intereses de quien lo eligió y a quien representan. Todo ello es posible con unión.
Los pueblos que se asocian activamente con un mismo fin una vez que sus elecciones concluyen, han alcanzado resultados para remarcar. Si elegimos a nuestros representantes y no revisamos que tomen decisiones para nuestro crecimiento, los problemas se hacen profundos, lastimando a la gran mayoría de los mexicanos. Cuando nos alejamos las decisiones políticas, la rendición de cuentas se vuelve opaca. La falta de ciudadanos que se responsabilicen los 365 días del año abre la posibilidad para que los acuerdos correspondientes al servicio público no tomen en cuenta las necesidades de la ciudadanía.
Por todo ello, debemos involucrarnos para alcanzar beneficios colectivos. Si existe unidad, importará muy poco quien sea electo, ya que todo el que asuma un cargo público estará obligado a darnos un espacio en su proyecto y rendir cuentas con honestidad. No esperemos a que lleguen las próximas campañas para opinar. Unas semanas no son suficientes para reconstruir a México. La renovación que México forzosamente habrá de llegar con nuestra labor diaria. Por lo anterior, no nos detengamos en la búsqueda por una democracia real para todos. Los grandes cambios están al alcance de los mexicanos, siempre y cuando estemos dispuestos a trabajar juntos por ellas.