Por Isidro O`Shea
El viaje de la próxima semana del presidente López Obrador a Estados Unidos, puede verse desde varias aristas, sin embargo, es imposible – con la narrativa que nos ha contado – verlo desde la idea de que éste tiene como objetivo una lógica de política(s) gubernamentales con sentido bilateral.
Para ello, basta recordar que, desde el inicio de su administración, el presidente mexicano ha menospreciado e ignorado la relevancia de las relaciones con otros países, lo cual resulta vergonzoso para México como nación.
López Obrador no solamente ha anulado de su agenda, acuerdos y tratados con países por separado; peor aun, se ha negado a ir a las cumbres de jefes de Gobierno más importantes, como a la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático celebrada a finales del 2019, así como a la última reunión del G-20 donde fue el único jefe de Gobierno – de dicho grupo – ausente.
Si bien, lo anterior nos tuvo que haber impactado y sobre todo avergonzado, no debemos olvidar que Andrés Manuel, evidenciando su poco interés y comprensión de la política internacional, ha dicho en varias ocasiones que no hay política exterior que sea mejor que la política interior; una idea arcaica que tampoco nos ha beneficiado, pues la política y el orden interno, son sencillamente un desastre: inseguridad, violencia, escasez de medicamentos, desempleo.
El desinterés del gobierno mexicano por las relaciones internacionales ha llegado a tal punto, que el canciller Marcelo Ebrard, ha fungido más como ministro del interior o vocero de presidencia. En su oficina, enfrente del Hemiciclo a Juárez y la Alameda Central, hay muy poco por hacer.
En más de 18 meses de gestión obradorista, será éste el primer viaje “institucional” del presidente fuera de México. La pregunta es: ¿hoy día para qué? Parece que el gobierno federal no se ha enterado de que estamos enfrentando la crisis sanitaria, económica y social más grande desde hace varias décadas. Actualmente no hay temas en la agenda que exijan la misma o mayor atención que el COVID-19. Cabe decir que lo más cercano que podrían atender en materia internacional, sería el nuevo Tratado de Libre Comercio, sin embargo, éste ya está en marcha.
Así pues, no es una visita obligada ni mucho menos institucional. El presidente Trump no le va a agradecer a nuestro presidente el haber atentado contra los derechos humanos para detener el paso de los migrantes centroamericanos; será en todo caso, la devolución del favor del presidente Obrador al presidente Trump, de haber reducido gran porcentaje de la producción petrolera que le correspondía a nuestro país, como consecuencia de la sobreproducción de dicha materia prima.
Hay que subrayarlo: la vista de Obrador obedece a la lógica del próximo proceso electoral en el país vecino, donde el presidente Trump buscará darle un mensaje a la comunidad latina de que México lo respalda.
Por su parte, López Obrador, el mismo que criticó y decía que se le pondría al tú por tú al presidente estadounidense y que no permitiría que el neoyorquino les faltara el respeto a los mexicanos y que asimismo criticó excesivamente la visita de Trump a nuestro país durante la administración del expresidente Peña, ahora irá directo a la Casa Blanca en calidad de tapete artesanal tabasqueño. López Obrador quien siempre ha navegado con bandera de izquierda y estandartes nacionalistas, será quien, la próxima semana, le ponga la cara al presidente Trump.
Será interesante ver cómo reacciona el populista del sur a la poca cortesía del populista del norte, pues hay que recordar que Trump no es precisamente un amante del mínimo respeto, ni mucho menos de diplomacia.
Ninguno de los líderes más importantes del mundo ha salido ileso del estilo irrespetuoso y poco cortés de Trump, cuyo único afán es mostrar su supuesta superioridad. A Ángela Merkel le rechazó el saludo de mano en la misma Casa Blanca; al primer ministro de Montenegro lo empujó únicamente para aparecer al centro de una foto; a la Reina Isabel, jefa de Estado del Reino Unido, la dejó bastantes pasos atrás en una ceremonia de carácter institucional; sin embargo, dentro de todas esas faltas, destacan los bochornosos apretones de mano: excedidos, forzados y con jaloneos incluidos, a jefes de gobierno como Emmanuel Macron, presidente francés; Shinzo Abe, primer ministro japonés; Justin Trudeau, primer ministro canadiense, solamente por mencionar a algunos.
En fin, difícilmente López Obrador conseguirá algo a favor de México, difícilmente el presidente mexicano salga bien parado de una visita a la cual no se le ve sentido ni beneficio.