domingo, diciembre 22, 2024
InicioOpiniónTlatelolco, los muertos olvidados

Tlatelolco, los muertos olvidados

POR Alberto ABREGO

“Va a España un mexicano limpio, que no tiene las manos manchadas de sangre…Pero de lo que estoy más orgulloso de esos 6 años, es del año 1968, porque me permitió servir y salvar al país. Les guste o no les guste, con algo más que horas de trabajo burocrático. Poniéndolo todo, vida, integridad física, peligros, la vida de mi familia, mi honor y el paso de mi nombre a la historia. Todo se puso en la balanza. Afortunadamente, salimos adelante, si no ha sido por eso, usted no tendría la oportunidad, muchachito, de estar aquí preguntando”

 

Gustavo Díaz Ordaz (1977), en conferencia de prensa, al ser nombrado embajador de México en España

 

 

Octubre, mes de recuerdos tristes. 52 años han pasado ya de sombríos, cobardes e impunes homicidios cometidos. De las vidas segadas, de las tumbas prematuras. Se han ido ya más de cinco décadas y no ha pasado un solo año sin que se conmemore el dos de octubre. Ese día Tlatelolco y todo el país conoció empavorecido, el terrorismo y la represión. El 2 de Octubre de 1968 se recuerda como uno de los peores días en la historia de nuestro país.

 

Se han ofrendado ya 52 minutos de silencio, pero, ¿qué se ha hecho en 52 años?, la pregunta  adquiere especial oportunidad cuando se recuerda un aniversario más de aquel acto unilateral, intolerante, infame, represivo y todavía impune. ¿Qué se hizo entonces?, ¿qué se hace ahora?. Ríos de tinta se han impreso sobre el tema, decenas de libros, películas, cortometrajes, revistas y panfletos, infinidad de análisis y meditaciones alimentaron en su momento la indignación y la necesidad de saber de quienes no estuvimos ahí.

Todos hemos leído todo tipo de crónicas, artículos y reportajes, y todos formamos parte de la historia, del desencanto y de la desilusión; y todos nos sentimos agraviados por aquel monumento a la sinrazón y a la estupidez de quienes se sentían dueños del país, de las vidas, de las voluntades. Hace 52 años, los jóvenes de México marcaron una nueva época. Fue un movimiento estudiantil, pero sobre todo fue un movimiento político de carácter nacional e internacional, y su importancia es histórica.

Pusieron en evidencia la inflexibilidad de las formas políticas del régimen y lo pagaron con su vida. La mayoría no supo ni por qué moría, pero lo sabemos todos, murieron porque el gobierno imperante advirtió un gran peligro de estallido social y no encontró otra solución que esa, la represión y el asesinato, el terrorismo de Estado en su máxima expresión.

Después de 52 años, ya no sabremos nunca cuantos muertos y cuantos desaparecidos hubo. Y es muy ingenuo pensar que el gobierno haya tenido o tenga voluntad y esfuerzo para aclarar esta vergüenza histórica, porque para ello, es preciso vencer resistencias, remover obstáculos, afectar intereses, escarbar donde no se ha escarbado, abrir donde no se ha abierto y caminar por donde no se ha caminado. Y eso no se ha hecho en 52 años, y ya no se hará. En todo caso, tal vez lo verdaderamente importante al recordar esta fecha , es ayudar a que nuestros semejantes mejoren su conciencia y su comprensión histórica y condene las formas atrasadas de hacer política y una de las mayores vergüenzas en la historia de nuestro país.

Hoy, los muertos de hace 52 años están ya casi olvidados por la sociedad, y año tras año la justicia se va alejando más y más de este hecho; y más allá de expresidentes y ex secretarios de Gobernación corruptos y asesinos, la historia nos revela como gran culpable a un sistema político desgastado, obsoleto e incapaz que persiste hasta nuestros días, con todo y el disfraz del “cambio”.

Cada año, todavía algunos recordamos que es un hecho vivo y doloroso, que fue una masacre, un acto totalmente desigual y aún impune, un crimen de estado, y que por tal, es necesario cerrar el paso a la intolerancia. Pero esto se recuerda cada vez menos, y sólo cada año, cada 2 de Octubre, cuando izamos la bandera a media asta.

El 2 de Octubre se ha convertido en una efeméride más. En un pretexto de algunos para vandalizar.   En una fecha indiferente para muchos. No hay ya un expediente abierto, no existe voluntad política, ni jurídica, ni social…

“Me siento orgulloso…”, dijo Díaz Ordaz. Cínico, asesino, corrupto, farsante. Tú y Luis Echeverría, nuestro repudio hasta los infiernos.

Nunca hubo respuestas, ahora ya casi tampoco hay preguntas.

PODRÍA INTERESARLE ...

MÁS LEÍDO