POR: Frida García
El teatro te lleva y te vuelves cómplice de una historia, esta vez la llamaremos Chocolate Independencia.
Antes de entrar al teatro y tomar tu asiento, incluso antes de la primera llamada… la puesta en escena ha comenzado; con un sombrero una bandera de papel y muchas dudas.
De pronto el teatro toma forma y sus personajes se presentan, te sonríen y platican contigo como seres humanos porque incluso en la historia de México Los héroes también fueron débiles y aún así lucharon.
Si bien uno de los retos del teatro es hacer a la niñez participe del arte, los creadores de Chocolate Independencia, la maestra Blanca Lilia Reyes y el maestro Juan Carlos Embriz quisieron hacer el desafío más complejo, situando a la obra en uno de los momentos históricos más importantes de la nación: la lucha por la Independencia de México.
El resultado de este dejo de locura y pasión se ve reflejado en sus 12 años de representaciones no sólo en Toluca sino en otras partes del país, incluso en la Alhóndiga de Granaditas, donde Chocolate independencia se ha vuelto muy cercano al público y a los niños por sus actuaciones, su dirección escénica, el texto dramático, su interpretación, pero sobre todo por construir junto con el público el aquí y el ahora.
Esta forma de entretejer al texto con el espectador hace que las risas no falten, la emoción del personaje retiemble en las conciencias, mientras el público se va contagiando y la euforia se apodera y con el corazón en mano todos grita a una voz: ¡Viva!
Y se ve a todos tomar un poco chocolatito «en plenos cocolazos», porque así es la vida y así es el arte algunas veces te regala risas y otras veces te da cosas que no esperas, pero quedas advertido, pues sólo disfrutarás la función si hay en tu interior esa mirada de niño que desea asomarse para dejarse fluir.