POR Isidro O’SHEA
@isidroshea
En las últimas semanas se han celebrado diferentes elecciones alrededor del mundo a pesar de la pandemia del COVID-19. De este lado del océano, en República Dominicana el candidato opositor, Luis Abidaner logró arrebatarle la presidencia al candidato del régimen, con el ya conocido discurso anti-élites, anticorrupción y antistablishment, es decir un discurso reaccionario, polarizador y populista.
En esa misma vertiente el domingo pasado en Polonia, se volvió a alzar con la victoria el presidente Andrzej Duda, cuyo partido representa al euroesceptisimo, al nacionalismo, así como a los valores más conservadores de la sociedad polaca. Importante destacar que a pesar de la pandemia del COVID-19, la participación electoral en dicho país alcanzó máximos históricos, y hubo el menor margen de victoria para un ganador dentro de la historia democrática de dicho país; pues mientras el ultraconservador Duda ganó con el 51.03 de los votos, el partido de centroderecha obtuvo 48.97% de los sufragios.
Asimismo, en los últimos días de junio, Francia celebró sus elecciones municipales. El partido ecologista fue el gran triunfador, disminuyendo radicalmente las preferencias por las opciones populistas, en especial las del frente Nacional de Marine Le Pen. Similar fue lo ocurrido en Croacia donde los primeros días de julio se celebraron las elecciones al parlamento, derivándose en el triunfo para la opción tradicional de centroderecha. Así pues, vemos que en el mundo, a pesar de la crisis sanitaria, la socialización política sigue fragmentándose entre preferencias liberales e iliberales; sin embargo, la gran incógnita de este año no está en Europa, sino en las próximas elecciones estadounidenses.
¿Le bastará a Trump con repetir esa estrategia minimalista de buscar a los descontentos blancos, trabajadores de cuello azul y de comunidades rurales?
Antes del surgimiento del COVID-19 nadie, absolutamente nadie, apostaba por el partido demócrata; sin embargo, parece que a raíz del COVID-19 son más los analistas que empiezan a creer en el partido demócrata independientemente de que sea Joe Biden su candidato.
Si bien es cierto que Trump ganó hace 4 años y fue en general, sin matizar, una sorpresa para todos, también creo que muchas veces se ha mitificado el logro del magnate neoyorquino, a quien no le resto méritos de su estrategia electoral; sin embargo, en primer lugar hay que recordar que si bien ganó las elecciones (dadas las reglas del país vecino) también hay que recordar que no ganó el voto popular, es decir – reitero – la estrategia de ubicación, estratificación y movilización de sus simpatizantes fue mucho mayor que la simpatía general que generó en la ciudadanía, pues la mayoría de estadounidenses se inclinaron por la candidata demócrata Hillary Clinton.
En segundo lugar, tampoco se puede ignorar que gran parte de la victoria de Trump, se debió también a la incapacidad del partido demócrata de movilizar a sus simpatizantes más allá que a su voto duro, pues comunidades como la negra, la latina, los jóvenes y las mujeres, tuvieron una mayor tasa de abstención que el electorado en lo general, siendo ello un factor en contra de la candidata demócrata, pues estos segmentos de la población, han beneficiado históricamente a su partido.
El tercer factor por contemplar, es el simple hecho de que si bien, la estrategia Trumpista para movilizar a la ciudadanía que se inclinaba por su candidatura, fue muy exitosa al punto de considerarse novedosa, hoy día a cuatro años de distancia, la lección debe de estar aprendida, y lo que se hizo hace cuatro años se puede igualar e incluso superar por los contrincantes, e igualmente ambos partidos tienen una oportunidad más de innovar.
A lo anterior hay que sumarle que al igual que todos los gobiernos, el gobierno de Donald Trump se ha venido desgastando, al punto de estar hoy en sus niveles más bajos de aprobación, y si bien la aprobación de un gobierno no debe ser confundida con la intención de voto, ésta suele dar grandes pistas del comportamiento electoral futuro.
Para finalizar y con relación al último punto, la crisis sanitaria del COVID-19 ha traído mayores opiniones en contra de la actual gestión republicana, hecho que estará muy fresco en la memoria de los estadounidenses, pues esta pandemia ha rebasado no solamente las expectativas que se tenían de la misma, sino también al sistema de salud estadounidense, el cual lleva muchos años siendo objeto de polémicas políticas y, no parece que la pandemia se vaya a superar en noviembre próximo, mucho menos a olvidar.
En fin, este es un panorama muy general de lo que podremos ver en los próximos meses de la política estadounidense, ya habrá mucho tiempo para ir subrayando lo más relevante.
Veremos nuevamente una batalla contra el populismo, con la diferencia de que ahora, es el populismo quien está llamado a rendir cuentas y decirnos qué ha logrado.