Por: Leo Espinoza
La discriminación es uno de los grandes problemas de nuestros tiempos, pero que con la globalización y las nuevas tecnologías es casi imperceptible, lo vemos cotidianamente y como se dirige a las personas más jóvenes, un claro ejemplo de la imposición de ciertos valores o estereotipos es el uso de filtros para editar fotografías, las hay muchas y muy variadas y todas o la gran mayoría buscan aclarar la piel, cambiar el tono de ojos, agrandarlos y esbeltar la figura, y si muchas personas dirán pero que exagerado, pero para países africanos y orientales hay un gran consumo de cremas aclarantes, incluso tratamientos médicos que pueden tener consecuencias serias en la salud de quienes se someten a dichos procedimientos.
Sumado a la ya muy mencionada y recurrente cultura de cancelación de la cual hemos hablado en este espacio, es la parte juzgadora de la sociedad cibernética que define si entras o no dentro de los parámetros que impone la cultura occidental.
Para la comunidad LGBTTTIQ cada vez es más difícil hacerse de un espacio dentro de su comunidad y fuera de ella, pues la discriminación y la cultura de la cancelación son más latentes en la diversidad sexual, no por ello las empresas, el mundo del entretenimiento y los gobiernos cada vez más disponen de progresos disfrazados de negocio en busca del dinero rosa que celebran como conquistas por los derechos humanos.
Lo cruel del asunto es que de fondo, la población diversa sigue siendo marginada, asesinada y segregada, pero sí en cambio quienes son disidentes de la heteronorma cumplen con los estándares impuestos del buen gay, bi, les, trans o queer son medianamente tratados como personas y solo en ciertos espacios o circunstancias.
La endodiscriminación es una lucha encarnizada por lo que denominaríamos el “pridedream” que es esa consolidación de inclusión y reconocimiento de personas por el hecho de ser personas, pero que desgraciadamente se antoja lejos, pues como si se tratara de una competencia por ver quien logra tan añorado estatus la misma comunidad diversa se degrada y discrimina entre sí, haciendo alusión al relato de los cangrejos dentro de la cubeta.
Han pasado siglos y siglos y en pocos oasis de la historia se respeta a la comunidad disidente sexual, el hilo negro ya se descubrió y siempre es la misma conclusión, la sociedad debe construirse plural, sin un eje rector del como si y como no y de quienes sí y quienes no, solo aceptando las diferencias y brindándoles el mismo valor las personas dejaran de sentir vergüenza por quienes son, y si, esto es para todas las personas, si lo meditan es una forma horrible de vivir, no sabemos porque nadie hace nada al respecto.
¡Nos leemos la próxima semana querido lector un abrazo!
Leo Espinoza, abogado, activista, conductor, político y orgullosamente gay.