POR Sandra CHÁVEZ
La historia configura en buena medida lo que somos y lo que habremos de ser. Aunque, por supuesto, mucho nos toca a nosotros. A nosotras. Transformar el mundo es una acción cotidiana.
Por ejemplo, Tenancingo fue fundado hacia 1551, pero tuvieron que pasar casi 300 años para que fuera reconocido, ya en el México independiente, como un municipio.
Cerca de ese momento, y acorde con las importantes transformaciones que vivía nuestro estado, el 3 de marzo de 1828, se estableció el Instituto Literario del Estado de México, que después se convertiría en la Universidad Autónoma del Estado de México, hoy, una de las Universidades Públicas más importantes del país.
Ya en la época contemporánea, aunque más de 100 años después de la creación del Instituto Literario, el 17 de octubre de 1953 se otorgó a las mujeres la ciudadanía plena, permitiéndonos votar y ser votadas, y participar en “igualdad” de circunstancias en la vida pública del país.
Todas esas grandes creaciones y transformaciones, todas esas barreras que se rompieron antes de mí, abonaron en construir la persona que soy. Si Tenancingo jamás se hubiera convertido en municipio, no tendría el orgullo de nombrarme tenancinguense. Si nunca se hubiera establecido el Instituto Literario del Estado de México, hoy no podría ser la titular de la Secretaría de Extensión y Vinculación de la Universidad Autónoma del Estado de México. Si las mujeres que me antecedieron no hubieran encausado la lucha sufragista y por la adquisición de todos los derechos, yo no habría podido participar en la vida pública, ni estudiar una carrera universitaria y mucho menos un posgrado; ni hablar de que jamás habría podido ser directora del Plantel “Dr. Pablo González Casanova” de la Escuela Preparatoria, ni mucho menos se me habría considerado capaz de dirigir uno de los espacios culturales más icónicos de nuestro estado: la Casa de las Diligencias.
Hoy, tengo la invaluable oportunidad de formar parte del Gabinete de la Rectoría de la máxima casa de estudios del estado. Soy madre de dos hijos, a quienes he educado en la igualdad y el respeto.
Soy abuela de una niña maravillosa, y quiero que lo que fue para mí, se multiplique para ella. Que tenga las oportunidades, la seguridad y la justicia que aún nos son negadas.
Soy mujer, y me siento orgullosa y honrada de serlo, reconozco los logros de todas las que me precedieron y tengo el firme compromiso de hacer más viable el camino para las que ya están y por las que vienen.
Soy Sandra Chávez Marín, y a partir de ahora, seré también columnista en este espacio. Agradezco infinitamente la oportunidad de llevar a ustedes discusiones sobre la Universidad, la Igualdad y la Justicia Social. Te propongo leernos todos los lunes en Mujer resiliente, y ampliar el debate para reconsiderar y reconstruir nuestras historias a través de mis redes sociales:
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