POR Norberto HERNÁNDEZ
Como dicen los abogados “aceptando sin conceder”, que la coalición del Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) gana la mayoría en la Cámara de Diputados Federal, ¿Qué pasaría?. En términos generales se podría sostener, al menos desde mi punto de vista, poco o nada. La debilidad de los actores de la oposición política es endémica, es un gen de su ADN. En unos casos, los más espectaculares y de mayor ganancia política para el presidente, son los hechos de corrupción documentada de la mayoría de los que se oponen al gobierno de la Cuarta Transformación (4T). En otros, los ha vencido la generación. Los líderes locales y nacionales de los partidos y grupos políticos están en el ocaso de su vida pública. Otros de plano no asoman la cabeza por aquello de la guillotina francesa, en su versión mexicana que encabeza la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF).
El actual presidente de México es un político versado en el ejercicio del poder público. Nada que ver con la actuación de los presidentes Fox y Calderón que carecían de la formación para ejercer el poder ante sus adversarios, representados por los grupos de poder; no por la llamada izquierda que en ese entonces encabezaba el PRD. De hecho, sus limitantes para dirigir al Estado, al final, provocó el ascenso de la opción que encabeza el Poder Ejecutivo actual.
La política es generadora de equilibrios y, cuando estos se rompen, surgen los cambios que se querían evitar. Los movimientos bajo control crecen y desplazan a las élites políticas o dirigentes. La ausencia del orden en el gobierno y los vacíos de Estado no los provocaron los grupos criminales, fueron los grupos de interés económico que sometieron las administraciones de los dos sexenios panistas. Esta tendencia se exacerbó en el sexenio del presidente Peña.
El abuso de los grupos empresariales terminó por subordinar a los gobiernos ideológicamente afines a ellos. Los excesos, la corrupción sin límites y la ambición desmedida en el reparto de la riqueza nacional en manos de particulares crearon la base social que soporta al gobierno de la 4T. Lo más lamentable es que las dirigencias nacionales y locales ahora están unidas en la defensa de aquellos intereses económicos que los hundieron en el descrédito ante la sociedad en su conjunto, pero en particular, ante la preferencia de los electores. Es un masoquismo político existencial.
¿Qué tiene de interés para el pueblo elector la defensa de grupos empresariales para el no pago de sus impuestos?, ¿Qué le significa al campesino, al obrero, al maestro, al micro, pequeño y mediano empresario que ahora los partidos contrarios al presidente se coaliguen para el regreso de los monopolios privados? ¿Qué valor tiene, en las campañas políticas, defender el saqueo y la privatización de Petróleos Mexicanos o de la Comisión Federal de Electricidad (CFE)? Esta oposición no quiere el bien de México, quiere el regreso de lo que perdieron en las elecciones de 2018. Atinadamente lo expresó Sabina Berman, el lema que los define es “el respeto a la corrupción ajena, es la paz”; su única demanda es regresar a la rapiña.
A esta coalición no los unen sus ideas o la visión de un México prospero, con justicia; el cemento que los une son sus odios por lo que dejaron de ganar con el combate a la corrupción. El presidente ya no era el Jefe del Estado, lo ubicaron en el papel de socio y luego en el catálogo de empleado destacado. Tristemente el poderoso presidente de México pasó a ocupar el cuadro de ser el empleado del sexenio; sí, como un colaborador de una tienda de hamburguesas.
En el mero supuesto que llegaran a ganar esa anhelada mayoría de curules federales es probable que sus promotores, “los de mero arriba”, ganen un juicio justo; y que de una segura condena de años, pasen a ser testigos colaboradores. Condicionar a un presidente como el actual lo veo lejano. Pueden existir dudas sobre esta hipótesis, pero baste con mirar a los que encabezan las listas de aspirantes a las candidaturas plurinominales para desengañarse. Algunos de ellos, todo lo que quieren es fuero, estar en la silla para votar en favor de lo que pidan, no por voluntad ni por convicción, simplemente para estar en gracia de ser perdonado o, al menos, ser tratados con consideración. La tendencia es negar, decir que son perseguidos políticos desde Palacio Nacional, luego asumirse como testigos colaboradores para no terminar en prisión.
Todavía existe una situación más lamentable para algunos creadores de esa coalición: ser extraditados a los Estados Unidos (EU). Algunos gobernadores de la Alianza Federalista son fuertes candidatos a esa nominación. El más pujante a esa posición parece ser el gobernador de Tamaulipas.