Por: Ariel Pérez
Hay un punto donde psicoanálisis y la ecología se cruzan. El lugar del encuentro es aquel reservado para aquellas cosas que siempre estuvieron frente a nosotros y que nadie había querido ver hasta que resultó imposible seguir negándolas. El psicoanálisis y la ecología son dos ciencias que enfrentan la negación cada una desde su propia perspectiva.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, revolucionó la forma en que los seres humanos se concebían a sí mismos, revelando que existían partes inexploradas en la mente de las personas en el subconsciente. Dedicó su vida al estudio y a la investigación del psiquismo humano. Y en una teorización audaz para la época victoriana que lo enmarcaba.
El pensamiento y las teorías freudianas han hecho de él una de las figuras más relevantes en el pensamiento del siglo XX. La figura del neurólogo sigue siendo punto de referencia en los estudios psicológicos y psiquiátricos de nuestro tiempo, a pesar de haber sido fuertemente atacado a lo largo de la historia por sus ideas controversiales. Murió en Londres luego de huir del régimen nazi, el 23 de septiembre de 1939 a causa del cáncer de paladar que sufría.
La visión de la naturaleza que subyace en la obra de Freud debe considerarse de acuerdo con la compleja trayectoria de la elaboración de la metapsicología en sus diversas proposiciones a lo largo de la obra de Freud. En la metapsicología del último del psicoanalista, que se elaboró después de la década de 1920, la naturaleza sigue siendo una poderosa fuente de energía pulsional y también de sufrimiento.
La pulsión que representa la exigencia de la naturaleza en el aparato psíquico requiere un intenso esfuerzo de elaboración psíquica para ser «enlazada» (si queremos usar una expresión de la física de catexis freudiana) o elaborada dentro de cadenas de sentido que la hagan susceptible de asimilación por el sujeto psíquico.
La noción de naturaleza es un emblema de esta apuesta por los supuestos modernos en los que la dualidad y el conflicto entre naturaleza y civilización se reafirman como constitutivos del sujeto freudiano.
El psicoanálisis y el pensamiento ecológico toman el camino contra hegemónico en la modernidad. Cuestionan la razón objetivadora, pero sin romper con el ambiente epistémico moderno, a pesar de los intentos de una comprensión holística de la vida por parte del ambientalismo y el advenimiento del inconsciente contra la omnipotencia de la razón, en el psicoanálisis.
Las ideas del psicoanálisis y del pensamiento ecológico como de bienestar, de felicidad y de la cura de los males de la civilización van a ser duramente buscadas en un mundo percibido como corrupto y degradado. En este sentido, el sujeto ecológico y el sujeto psicoanalítico pueden considerarse como portavoces de una visión romántica sobre la condición humana y sus dilemas.
Sin embargo, a pesar de este horizonte común, las perspectivas ecológicas y psicoanalíticas también tienen diferencias fundamentales relacionadas con la visión trágica del psicoanálisis y la visión utópica del ambientalismo.
Lo importante es rastrear los modos del psicoanálisis freudiano para entender las relaciones de la naturaleza y la cultura y sus consecuencias para la formulación de la dinámica psíquica que establece el sujeto psíquico, que emerge aquí, como un sujeto movido por las fuerzas contrarias a sus demandas pulsatorias.
Un ser situado en la frontera inestable entre la naturaleza y la cultura sin, sin embargo, darse cuenta plenamente de ninguna de estas dos vocaciones: la condición de la naturaleza se pierde y la de ser de cultura se enfrenta a un mundo hostil de la convivencia. Así, la condición humana, en Freud, se caracteriza por la búsqueda permanente de una felicidad improbable y un mundo menos intolerable.