EL PRINCIPITO Y LÓPEZ OBRADOR
Por: Isidro O`Shea
@isidroshea
Muchas enseñanzas ha dejado en la mente de quien lo ha leído “el principito”, un libro que es tanto para adultos como para niños y niñas. Entre sus enseñanzas está el no perder la esencia de la infancia.
El francés Antoine de Saint Exupery, que en la vida real también era piloto además de escritor, nos contó que un día en el Sahara, al caer su avioneta, se encontró con un pequeño de ojos azules y pelo dorado llamado “el Principito”. Nos contó a su vez que “el Principito” le había contado grandes aventuras y desventuras que había experimentado en diversos planetas, es decir, fuera de la Tierra.
“El Principito” era originario de otro planeta y había viajado varios km; conocido diferentes planetas y a personajes muy variopintos de los cuales le contó al viajero francés. Y al parecer, de todos aquellos extraños personajes, nuestro Presidente López Obrador optó por tomar sus principales y tristes características.
En el primer planeta que “El Principito” visitó, conoció a un “Rey”, el cual le explicó al Principito que todos lo debían obedecer, y que el mismo Principito se había convertido ya, por la simple razón de pisar dicho planeta, en su súbdito. El Principito le preguntó que si él, el Rey, podía ordenar todo aquello que quisiera; sin embargo, el Rey le dijo que no, que únicamente aquello que la gente estaba dispuesta a obedecer, demostrando con ello la inutilidad de su poder y de su cargo, simplemente era el ego lo que lo hacía llamarse Rey.
El Rey había nombrado al Principito inmediatamente que el pequeño aterrizó en su planeta, ministro, ello con la finalidad de hacerlo parte de su inútil poder. Así, de alguna manera evitaría, como en su momento lo hizo Porfirio Díaz con los liberales, o como hoy lo hace López Obrador con priistas e incluso panistas, que existiera oposición a su poder.
En el segundo planeta, “El Principito” conoció a un ser sumamente vanidoso, al cual lo único que le importaba era que lo admiraran, incluso, no se preguntaba jamás de lo genuina que era la admiración que le tenían, a él solamente le importaba que lo admiraran y evidenciaran dicha admiración, por lo cual, le pidió al “Principito” que le aplaudiera. Quería que reconocieran que era el más bello, el más inteligente. Así como hay quien quiere que lo reconozcamos como un presidente diferente, un presidente que siempre tiene tres palabras en su boca: “no somos iguales”, pero que no demuestra ser mejor a otros.
Cansado del vanidoso, el Principito visitó un tercer planeta, ahí conoció a un bebedor, sí un bebedor como los que también hay en la Tierra. El bebedor le explicó al “Principito” que bebía con el objetivo de olvidar; al preguntarle “El Principito”respecto a qué quería olvidar, el bebedor le dijo: que bebo. Era pues un círculo vicioso, así como hay otros círculos viciosos; algunos consisten en decir tonterías para esconder otras dichas la mañana anterior.
Ya un poco decepcionado de lo que había encontrado en los planetas pisados, “El Principito” fue a un cuarto planeta, en este conoció a un importante hombre de negocios. Al llegar, el hombre de negocios sumaba y sumaba importantes cantidades; millones para ser precisos. Sin embargo, cuando “El Principito” le preguntó respecto a qué cosas contaba, al hombre de negocios le costó recordar, pues llevaba toda una vida contando. De repente recordó que eran estrellas.
Al cuestionarle el Principito para qué quería tener tantas estrellas, el hombre de negocios le afirmó que el tener estrellas le ayudaba a obtener más estrellas y así cada vez más. Al igual que el hombre de negocios, López Obrador desde campaña nos ha hablado de ahorros: de disminuir el gasto de la inversión pública; de disminuir sueldos a los servidores y funcionarios; incluso se le ocurrió en un momento que no era necesario que cada burócrata tuviera designada una computadora, que podían trabajar con una misma computadora, tres o cuatro funcionarios. Asimismo, ha tomado de manera centralista y autoritaria miles de millones de pesos de fideicomisos que tenían un objetivo determinado, los tomó y ni siquiera nos dijo cuál sería su destino.
¿Para qué ha servido tanto “ahorro”, si al mismo tiempo encontramos más carencias: de medicamentos; estancias infantiles; infraestructura urbana; etc.? Así pues, parece que nuestro presidente aprendió muy bien del hombre de negocios que “El Principito” conoció.
En un quinto planeta, sumamente pequeño, incluso más pequeño del que “El Principito” provenía, el pequeño rubio conoció a un farolero, sí, un farolero. Un personaje que se dedicaba a encender el faro cada que el sol se escondía y a apagarlo cada que aparecía. Sin embargo, era tan pequeño el planeta, que su movimiento de rotación era sumamente veloz, resultando inútil que el farolero encendiera y apagara el farol, pues en tan solo un minuto encendía y apagaba el farol, sin importar que absolutamente nadie más habitara el planeta. A pesar de lo anterior, el farolero le comentó al pequeño niño que esa era la consigna, y que por el simple hecho de ser esala consigna, esta simplemente se tenía que cumplir. Era pues la del farolero, una lógica muy parecida a la del presidente López Obrador, quien cumple siempre con la consigna de dar cada mañana una conferencia, al punto de que han perdido gran parte de su sentido: comunicar. Así, el día que se deba comunicar algo importante, será complicado notar la diferencia entre lo que quiere transmitir como importante y lo que no le parece importante.
Habiendo abandonado el planeta del farolero, el Principito aterrizó en un sexto planeta, este era muchísimo más grande. Conoció a un importante geógrafo. La emoción e inquietud del “Principito” hicieron que este le preguntara sobre los ríos y montañas que el geografo conocía, sin embargo, el geógrafo le dijo que él no las conocía y que su labor solo consistía en registrarlas para su estudio; que para la labor de conocer presencialmente ríos, lagos, etc. recurría a los exploradores. Evidentemente el Principito se decepcionó; como decepcionados hay muchos mexicanos que ven en el presidente a un hombre egocéntrico que cree que puede resolver los problemas del país sin salir de Palacio Nacional; es más, resulta nuestro presidente peor que el geógrafo, pues a diferencia del geógrafo, el presidente mexicano parece no escuchar a ninguno de los exploradores, esos que sí andan recorriendo las sierras, pueblos y ciudades de México.
Así pues, es evidente que López Obrador tiene todas esas características que hicieron que “El Principito” se desilusionara de los adultos, esos adultos que solo consideran cosa seria, aquello que creen que les otorga poder.
Dado que lo más importante, según la experiencia del “Principito”, es invisible para nuestros ojos: los dejo con esperanza, con la esperanza de un mejor segundo trienio de este gobierno federal.