Manny Pacquiao
De la vida dura en las calles, a la gloria
Por Monick Huitrón
Era una noche de invierno y lluvia en Kibawe, Filipinas; a pesar de su clima tropical, de diciembre a febrero suele ser muy frío en algunas regiones. En uno de sus barrios, en Bukidnon, nació el protagonista de esta historia: Se llama Emmanuel Dapidran: El mundo lo conoce como Manny Pacquiao. Ésa noche, su vida dio un giro drástico; después de dos largos días en las calles buscando a su amado perro que se había salido de casa, cuando al fin lo encontró y regresó, su padre, alcoholizado y agresivo como era su costumbre, lo insultó y agredió y remató matando a su perro, para después cocinarlo y comérselo frente a él. Manny, quedó impactado y terriblemente dañado por la crueldad de su padre que había rebasado los límites. Tenía sólo 12 años y sin meditar a dónde iría, se fue de casa y empezó a caminar y a vagar por las calles durante varios días; caminó lo más lejos posible para estar fuera del alcance de su padre, así llegó a Ciudad Santos, en Manila, donde conseguía dinero y comida haciendo cualquier trabajo. Dormía donde fuera; cualquier lugar era bueno, lejos de los golpes de Rosalío, su padre. Un día, llegó a un sitio donde vendían donas y compró un montón para revenderlas y le fue tan bien, que se convirtió en su trabajo durante algún tiempo: Así era el ingenio y la habilidad de Manny, desde niño, para salir adelante. Para entonces, se había hecho amigo del dueño de un Gimnasio que lo dejaba dormir allí, sobre un pedazo de cartón o sobre periódico, sin imaginar que, en ése lugar, nacería el sueño más grande de su vida: El boxeo. Cuando tenía 13 años ya entrenada duro y a la par de una decena de muchachos que aspiraban a ser figuras, sólo que se quedaron en el camino; y, es que, no todos aguantan el ritmo de entrenamiento y todos los sacrificios que se tienen que hacer para dar la talla y el nivel de una futura estrella del pugilismo; por eso, el éxito, no le llega a todos. Manny tenía 17 años cuando debutó profesionalmente el 22 de enero de 1995, después de foguearse en varias peleas locales. Su primera pelea fuera del barrio, fue a cuatro rounds y la ganó; como ha ganado casi todas, o, al menos, muchas de las más importantes. Manny logró sobreponerse a una niñez de abusos y mucho sufrimiento y, a pesar de que vivió en la calle, enfocó toda su energía y su mente a una sola cosa; salir adelante. Cambiar su vida. Enfrentar a su destino y revelársele. Hoy, 21 años después, es conocido y querido en el mundo entero: Muchos, lo llamamos, simplemente, Pacquiao, otros, le dicen Pac-Man. Ha logrado acumular una fortuna calculada en más de 500 millones de dólares, de los cuales, destina grandes cantidades en ayudar a la gente: hace algunos años construyó un gimnasio con dormitorios en los que da refugio a chicos en situación de violencia intrafamiliar o situación de calle y los instruyen en el boxeo. Desde 2010 y después de conocer a un grupo de niñas sobrevivientes de trata de personas y esclavitud sexual, participa con la organización Foro Visayan, contra la trata y presentó un Proyecto de Ley ante el Congreso de Filipinas para castigar severamente este delito; en 2013, su propuesta fue aprobada y firmada por el Presidente Benigno Simeón. Apoya económicamente a hospitales, refugios y cualquier causa para la que se le requiera. Su carrera política se la toma tan enserio que está decidido a titularse de la universidad para ser un mejor servidor público para su pueblo, esto, sin dejar de lado su pasión por el deporte: Ha declarado que continuará al frente de su equipo de básquetbol. Seguramente grabará un tercer disco y continuará actuando; tiene en puerta un gran proyecto cinematográfico con su amigo Sylvester Stallone. La fama y el dinero no lo han mareado. Es un gran padre y esposo; tras su conversión al Cristianismo, en cada acto público y ante los medios de comunicación, reconoce que su talento y su éxito se los debe a Dios. Y, aunque doña Dionisia, su madre, eche mano de sus conjuros y de sus rezos cada vez que Manny se sube a un ring, lo cierto, es que la grandeza del chico se debe, sí, a Dios, y a su enorme voluntad por cambiar su triste historia, por una gran historia que será mencionada por siempre, ya que está considerado el mejor boxeador libra por libra de todos los tiempos; mejor, incluso, que el gran Muhammad Alí. Este en Manny Pacquiao, el chico que, de conocer la vida dura en las calles y de no tener nada, ha llegado a tenerlo todo.